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I .-SU CONCEPTO Y EFECTOS
Es clásica la presentación de las tres crisis asociadas al envejecimiento: la crisis de identidad, de autonomía y de pertenencia.
La crisis de identidad viene dada especialmente por el conjunto de pérdidas que se van experimentando de manera acumulativa, que pueden deteriorar la propia autoestima porque aumentan la distancia que la persona mayor percibe entre su yo ideal y su yo real.
La crisis de autonomía viene dada especialmente por el deterioro del organismo y de las posibilidades de desenvolverse de manera libre en el desarrollo de las actividades normales de la vida diaria.
La crisis de pertenencia se experimenta particularmente por la pérdida de roles y de grupos a los que la vida profesional y las capacidades físicas y de otra índole permitían adoptar en el tejido social.
La toma de conciencia de esta triple crisis que tiene lugar en el proceso de envejecimiento, puede permitirnos hacernos cargo de la envergadura de la experiencia de la soledad que, a veces, puede ser vivida como una verdadera muerte social, una muerte del significado de la presencia en el mundo dada por el cuestionamiento de la propia identidad, de la propia autonomía y del propio ser en el mundo.
El ser humano es un ser social por naturaleza, desde que nace hasta que muere. Necesita de los demás para vivir. La soledad surge, entonces, de la tendencia de todo ser humano a compartir su existencia con otros. Si esto no se logra, surgen sensaciones de estar incompleto y la desazón derivada de ello.
En la soledad el ser humano añora la fusión con otra u otras personas y desea comunicación para subsistir. La soledad se manifiesta por una sensación de vacío y de falta de algo que se necesita. Aparece cuando las personas no encuentran un otro. La vejez es uno de esos momentos en los que más fácil se puede experimentar la soledad
Cuando una persona busca a alguien y descubre que nadie está disponible para ella, que nadie satisface sus necesidades de cualquier naturaleza, que nadie se ocupa de ella en un sentido singular y profundo, que a nadie importa directa y verdaderamente, o que no hay nadie buscándola o esperándola, se nutre de una sensación de vacío y de una “falta de algo” que se necesita. Aparece la soledad
Soledad, por consiguiente, es el convencimiento apesadumbrado de estar excluido, de no tener acceso, quién sabe por qué, a ese mundo de interacciones, de contactos tiernos y profundos.
En principio, la soledad es una condición de malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros o carece de compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales o para lograr intimidad emocional.
Estudios realizados en España, muestran que la mayoría de las personas mayores no se sienten solas, sino que la soledad la acusa un 8% del total de las mismas.
La soledad de los mayores es una de esas situaciones de vulnerabilidad y marginación – y posible exclusión - que viven un numeroso grupo de personas mayores que difícilmente elevarán el grito y exigirán la satisfacción de sus necesidades debido a la fragilidad en que se encuentran.
Los mayores que se sienten solos no provocan una crisis social significativa como podrían provocarla otros grupos porque no tienen ni siquiera las suficientes fuerzas como para exigir sus derechos.
Aunque la soledad no produce síntomas externos graves, quienes la padecen afirman que se trata de una experiencia desagradable y estresante, asociada con un importante impacto emocional, sensaciones de nerviosismo y angustia, sentimientos de tristeza, irritabilidad, mal humor, marginación social, creencias de ser rechazado, etc.
II.- SUS CAUSAS Y REMEDIOS
Continuando con el problema de la soledad en las personas mayores, vamos a destacar los diferentes factores que la determinan.
La primera causa de la soledad, es el hecho de la retirada del ámbito laboral. El trabajo, no es sólo una forma de ganar dinero, de tener seguridad o un cierto prestigio social, sino que origina también una serie de satisfacciones internas y es una forma de participar en la vida social. Su pérdida afecta, como no podría ser de otra manera, a la vida de la persona, en su conjunto, si bien las reacciones en este momento varían en función de múltiples factores.
Pero en realidad, más que la jubilación, es la defunción del cónyuge el suceso más decisivo en lo que hace al padecimiento de la soledad. La viudedad, para quien había contraído matrimonio o vivía en pareja, suele ser, efectivamente, el principal desencadenante del sentimiento de soledad en las edades avanzadas. Esto es así porque tras varias décadas de vida matrimonial (por lo general), desaparece de pronto la compañía y la afectividad que hasta entonces venía proporcionando la figura conyugal, dando pie a problemas personales de adaptación a la viudedad de tipo, no únicamente emocional, sino también material y relativos a la gestión del tiempo y de las tareas propias del hogar y de la vida doméstica y social. Puede llegar a darse una importante desilusión por la propia vida.
La viudez como término de la relación matrimonial, comporta un elevado riesgo de soledad subjetiva para muchos mayores, que no hallan la confianza de nadie igual que el marido o la esposa, en que depositar sus secretos, desahogar sus problemas y manifestar sus inquietudes.
Muchas personas mayores desean morirse antes que su pareja, para no sentir, cuando ya lo le queda casi nada, la perdida del único y mayor alivio con el que aun se consuelan o alivian
A que los mayores sufran soledad contribuyen también una serie de prejuicios sobre el envejecimiento; como la relación entre ser persona mayor y ser niño; no tener vida productiva; no tener experiencias ni necesidades sexuales; ser inútil, trasnochado y dependiente. También la soledad constituye un posible prejuicio: todas las personas mayores se sienten solas y están aisladas.
Las estrategias, los remedios para afrontar la soledad son diferentes en función de los recursos al alcance de las diferentes personas y de la sensibilidad e intereses diferenciados. No obstante el desarrollo de actividades domesticas, la televisión, la radio, el retorno o aumento de las practicas religiosas, las comunicaciones telefónicas, los centros especialmente para mayores – centros de día – la participación en actividades culturales, turísticas o de ocio y muchas mas, entre ellas, raramente las segundas parejas, constituyen recursos que salen al paso de la necesidad de vivir estimulados y no sucumbir en la soledad. No menos importante, el recurso a actividades de voluntariado, donde la solidaridad y el deseo de ayuda a otros se vuelve también hacia uno mismo, satisfaciendo la necesidad de sentirse útil y de integrase en una estructura que le proporciona una serie de vínculos sociales. Y sin duda el rol del abuelo, para quien lo es y lo puede ejercer por la proximidad de los nietos, es medio para salir del paso de la posible soledad.
También señalar a modo de ilustración, como algunas personas mayores, cuando descubren que enfermar es una solución para su soledad, las propias molestias se convierten en el centro de su de atención y en la estrategia para atraer a sí a las personas queridas o a los cuidadores profesionales. Pueden llegar a aprender que solo con el dolor, consiguen ponerse en el centro de la escena y de la atención. La enfermedad puede ser la solución para romper la soledad.
Pero salir al paso de la soledad no es exclusivamente una responsabilidad de la persona mayor o de la familia sino de la sociedad en su conjunto, porque corresponde a todos considerar el problema de la soledad de las personas mayores con responsabilidad.
LA SOLEDAD EN LAS PERSONAS MAYORES
I .-SU CONCEPTO Y EFECTOS
Es clásica la presentación de las tres crisis asociadas al envejecimiento: la crisis de identidad, de autonomía y de pertenencia.
La crisis de identidad viene dada especialmente por el conjunto de pérdidas que se van experimentando de manera acumulativa, que pueden deteriorar la propia autoestima porque aumentan la distancia que la persona mayor percibe entre su yo ideal y su yo real.
La crisis de autonomía viene dada especialmente por el deterioro del organismo y de las posibilidades de desenvolverse de manera libre en el desarrollo de las actividades normales de la vida diaria.
La crisis de pertenencia se experimenta particularmente por la pérdida de roles y de grupos a los que la vida profesional y las capacidades físicas y de otra índole permitían adoptar en el tejido social.
La toma de conciencia de esta triple crisis que tiene lugar en el proceso de envejecimiento, puede permitirnos hacernos cargo de la envergadura de la experiencia de la soledad que, a veces, puede ser vivida como una verdadera muerte social, una muerte del significado de la presencia en el mundo dada por el cuestionamiento de la propia identidad, de la propia autonomía y del propio ser en el mundo.
El ser humano es un ser social por naturaleza, desde que nace hasta que muere. Necesita de los demás para vivir. La soledad surge, entonces, de la tendencia de todo ser humano a compartir su existencia con otros. Si esto no se logra, surgen sensaciones de estar incompleto y la desazón derivada de ello.
En la soledad el ser humano añora la fusión con otra u otras personas y desea comunicación para subsistir. La soledad se manifiesta por una sensación de vacío y de falta de algo que se necesita. Aparece cuando las personas no encuentran un otro. La vejez es uno de esos momentos en los que más fácil se puede experimentar la soledad
Cuando una persona busca a alguien y descubre que nadie está disponible para ella, que nadie satisface sus necesidades de cualquier naturaleza, que nadie se ocupa de ella en un sentido singular y profundo, que a nadie importa directa y verdaderamente, o que no hay nadie buscándola o esperándola, se nutre de una sensación de vacío y de una “falta de algo” que se necesita. Aparece la soledad
Soledad, por consiguiente, es el convencimiento apesadumbrado de estar excluido, de no tener acceso, quién sabe por qué, a ese mundo de interacciones, de contactos tiernos y profundos.
En principio, la soledad es una condición de malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros o carece de compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales o para lograr intimidad emocional.
Estudios realizados en España, muestran que la mayoría de las personas mayores no se sienten solas, sino que la soledad la acusa un 8% del total de las mismas.
La soledad de los mayores es una de esas situaciones de vulnerabilidad y marginación – y posible exclusión - que viven un numeroso grupo de personas mayores que difícilmente elevarán el grito y exigirán la satisfacción de sus necesidades debido a la fragilidad en que se encuentran.
Los mayores que se sienten solos no provocan una crisis social significativa como podrían provocarla otros grupos porque no tienen ni siquiera las suficientes fuerzas como para exigir sus derechos.
Aunque la soledad no produce síntomas externos graves, quienes la padecen afirman que se trata de una experiencia desagradable y estresante, asociada con un importante impacto emocional, sensaciones de nerviosismo y angustia, sentimientos de tristeza, irritabilidad, mal humor, marginación social, creencias de ser rechazado, etc.
II.- SUS CAUSAS Y REMEDIOS
Continuando con el problema de la soledad en las personas mayores, vamos a destacar los diferentes factores que la determinan.
La primera causa de la soledad, es el hecho de la retirada del ámbito laboral. El trabajo, no es sólo una forma de ganar dinero, de tener seguridad o un cierto prestigio social, sino que origina también una serie de satisfacciones internas y es una forma de participar en la vida social. Su pérdida afecta, como no podría ser de otra manera, a la vida de la persona, en su conjunto, si bien las reacciones en este momento varían en función de múltiples factores.
Pero en realidad, más que la jubilación, es la defunción del cónyuge el suceso más decisivo en lo que hace al padecimiento de la soledad. La viudedad, para quien había contraído matrimonio o vivía en pareja, suele ser, efectivamente, el principal desencadenante del sentimiento de soledad en las edades avanzadas. Esto es así porque tras varias décadas de vida matrimonial (por lo general), desaparece de pronto la compañía y la afectividad que hasta entonces venía proporcionando la figura conyugal, dando pie a problemas personales de adaptación a la viudedad de tipo, no únicamente emocional, sino también material y relativos a la gestión del tiempo y de las tareas propias del hogar y de la vida doméstica y social. Puede llegar a darse una importante desilusión por la propia vida.
La viudez como término de la relación matrimonial, comporta un elevado riesgo de soledad subjetiva para muchos mayores, que no hallan la confianza de nadie igual que el marido o la esposa, en que depositar sus secretos, desahogar sus problemas y manifestar sus inquietudes.
Muchas personas mayores desean morirse antes que su pareja, para no sentir, cuando ya lo le queda casi nada, la perdida del único y mayor alivio con el que aun se consuelan o alivian
A que los mayores sufran soledad contribuyen también una serie de prejuicios sobre el envejecimiento; como la relación entre ser persona mayor y ser niño; no tener vida productiva; no tener experiencias ni necesidades sexuales; ser inútil, trasnochado y dependiente. También la soledad constituye un posible prejuicio: todas las personas mayores se sienten solas y están aisladas.
Las estrategias, los remedios para afrontar la soledad son diferentes en función de los recursos al alcance de las diferentes personas y de la sensibilidad e intereses diferenciados. No obstante el desarrollo de actividades domesticas, la televisión, la radio, el retorno o aumento de las practicas religiosas, las comunicaciones telefónicas, los centros especialmente para mayores – centros de día – la participación en actividades culturales, turísticas o de ocio y muchas mas, entre ellas, raramente las segundas parejas, constituyen recursos que salen al paso de la necesidad de vivir estimulados y no sucumbir en la soledad. No menos importante, el recurso a actividades de voluntariado, donde la solidaridad y el deseo de ayuda a otros se vuelve también hacia uno mismo, satisfaciendo la necesidad de sentirse útil y de integrase en una estructura que le proporciona una serie de vínculos sociales. Y sin duda el rol del abuelo, para quien lo es y lo puede ejercer por la proximidad de los nietos, es medio para salir del paso de la posible soledad.
También señalar a modo de ilustración, como algunas personas mayores, cuando descubren que enfermar es una solución para su soledad, las propias molestias se convierten en el centro de su de atención y en la estrategia para atraer a sí a las personas queridas o a los cuidadores profesionales. Pueden llegar a aprender que solo con el dolor, consiguen ponerse en el centro de la escena y de la atención. La enfermedad puede ser la solución para romper la soledad.
Pero salir al paso de la soledad no es exclusivamente una responsabilidad de la persona mayor o de la familia sino de la sociedad en su conjunto, porque corresponde a todos considerar el problema de la soledad de las personas mayores con responsabilidad.
me ha parecido muy interesante el articulo, es verdad que al enviudar una persona ya mayor su soledad se acrecienta como el doble.Yo vivo con mi madre que cuando enviudó pobrecita el mundo se le vino abajo... a Dios gracias he conseguido su remonte viniendome a vivir con ella ahora creo... que está feliz almenos esta contenta y he conseguido que se sienta dentro del mundo en que vivimos con sus actividades adecuadas a sus 88 años.felicitaciones por el articulo que me ha ayudado a omprender que tome el camino correcto saludos!!
ResponderEliminardios te vendi amigo yo tengo un caso igual al tuyo desxde que mi madre enviudo ha sido un viacrusis para mi por tener una mala esposa que me pelea el venir a b}verla poyarla o que se yo he visto mejoria en ell ael simple hecho de dormir y apoyarla en sus necesidades le ha vuelto la chispa --sierto que se hacen dependientes de uno pero no hay nad mas hermoso quye verles la cara de felicicdad a los viejesitos verada¡¡¡???
ResponderEliminaramigo mi correo si me quiere escribir es
victorcarlos67@operamail.com
tini y victor , es reonfortable saber todas esas palabras tan bellas de parte de ustedes . yo estoy atravesando por la misma situacion de ustedes . mi querida y apreciada madre quedo sola el 19 de febrero 2011 . cuando por causa de un accidente mi querido viejito se nos fue . es doloroso aceptar la perdida de un ser querido. pero ustedes y el articulo que mensiona todas esas claves para hacerles la vida feliz y llevadera a esas personas que estan experimentando esa terribe soledad. van a lograr que ellos puedan llevar una vida feliz al lado de sus seres queridos . ¿¿es que si no es una quien mas lo sera???????? esta muy interesante el articulo .
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