viernes, 30 de septiembre de 2016

LA VENTANA DEL MAYOR (267)

LOS TRES PILARES DEL ENVEJECIMIENTO

En los últimos tiempos y acentuado por la crisis, el envejecimiento de la población está en la agenda política, pero sólo para situarlo como un problema. Un problema para el sostenimiento del sistema nacional de salud, para el mantenimiento de las pensiones, o para la viabilidad del Estado del Bienestar por la alta demanda de cuidados de los mayores. El envejecimiento, en lugar de interpretarse como un logro del progreso de nuestra sociedad, se interpreta ahora como una amenaza para el bienestar colectivo

Cada vez está más en nuestras manos la posibilidad de vivir más tiempo, pero aspiramos a que esa vida más larga no sea la que le correspondería a la persona mayor, sino la de un cuerpo sano y al máximo de sus potencialidades. La clave está en conseguir «una vida de calidad», no simplemente en seguir viviendo. Si queremos que la vejez sea  no tanto un problema como una oportunidad tenemos que hacernos la siguiente pregunta ¿Cómo mantener la calidad de vida en la vejez? Para dar respuesta tenemos que considerar tres pilares básicos. 


El primer pilar, la  salud. El deterioro físico es inevitable y, en muchas ocasiones, va acompañado de una dependencia  total de los demás, al perder su autonomía personal  Mientras es posible valerse por uno mismo,  es  lógica la resistencia a verse como una persona mayor.   La tecnificación y la especialización de la medicina tienen el peligro de perder de vista al ser humano, al individuo, al que no sólo hay que curar de sus dolencias sino que hay que cuidar, si buscamos una vejez de calidad, es decir, una vejez que no haga  a las personas mayores un colectivo de excluidos


El segundo pilar, el dinero. En el Estado de Bienestar, la vejez se encuentra formal y materialmente protegida. Pero esa protección siempre es escasa, insuficiente, y no deja de ser una especie de providencia que fuerza a los mayores a pasar a formar parte de un colectivo no siempre apetecible. Todo ello hace que el paso obligado a engrosar las filas de los pensionistas representa, en la mayoría de los casos, una de esas «nuevas exclusiones» que florecen en las actuales democracias sociales.  

De lo expuesto destacamos que los dos bienes básicos que deben ser protegidos y que hay que procurar distribuirlos por igual son: la protección de la salud como derecho fundamental, y el goce de una renta mínima que todo Estado justo debería garantizar. Pero no basta la justicia como condición de unos mínimos de felicidad. Hace falta un tercer pilar: el amor, afecto, amistad, reconocimiento, condición igualmente indispensable para una vejez digna y de calidad, virtudes  que no puede proporcionar la administración pública, como hace con las pensiones o con la protección de la salud, sino que dependen de una buena disposición en nuestras mutuas relaciones. 

Para que los tres pilares o condiciones mencionadas como requisito para una vejez más digna se hagan realidad, la sociedad debe transformarse, debe cambiar, por lo menos, en tres sentidos básicos: en la política, en la medicina y en la educación. Tiene que haber cambios en las políticas públicas que replanteen la obligatoriedad de la jubilación, que aseguren la garantía y dignidad de las pensiones, que ayuden a las familias para que éstas puedan cuidar de los mayores, que reconozcan el valor de cualquier forma de trabajo sea o no remunerado. Tiene que haber cambios en la medicina para que el cuidado entre a formar parte de sus fines como lo ha sido siempre el curar. Tiene que cambiar la educación. Prepararse para la vejez es la forma de prepararse para vivir dignamente, y los recursos de los que uno puede echar mano en la vejez no se improvisan, sino que se atesoran a lo largo de toda la vida

jueves, 1 de septiembre de 2016

LA VENTANA DEL MAYOR (266)

LA VEJEZ EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

A lo largo de los tiempos el hombre ha ido interpretando el papel de persona mayor en la sociedad, dependiendo de diversos factores: políticos, artísticos y estéticos, demográficos, éticos y religiosos, así como los relacionados con la familia y el parentesco. En la actualidad se contempla al viejo como un ser “pasado, fuera de modas y como a un estorbo”. Sin embargo en otras civilizaciones y épocas históricas se les consideró como una fuente de sabiduría y experiencia por lo que a su vez sirvió como consejero de las distintas comunidades donde residía, participando en la todos los aspectos de la vida cotidiana.  


En el siglo XXI la tecnociencia, como cultura, es la que más ha influido en la vida de las personas mayores.  Ya no son aceptadas como depositarios de la sabiduría, sino las más alejadas del conocimiento moderno, porque  ya no aprenden. Nos encontramos en una época en la que hay una decadencia del concepto experiencia,  incluso laboral. No es apreciada porque representa el pasado. 
El debate acerca del envejecimiento y la vejez acaba de empezar en España y el conjunto de la sociedad está preocupada por las noticias de tipo catastrófico acerca del envejecimiento de la estructura poblacional y  de las grandes necesidades de la población  mayor. El aumento de la esperanza de vida, y el auge de las nuevas tecnologías  lleva consigo  que el distanciamiento de las persona mayores con la sociedad parezca aún mayor. En las últimas décadas, la población de edad avanzada ha aumentado de forma creciente en número y diversidad, requiriendo, a su vez, un mayor espectro de necesidades de todo tipo El grupo de edad de mayor velocidad de crecimiento en las sociedades democráticas neotecnológicas  está en los 85 años, situación  que lleva consigo la prolongación del período de post-jubilación, con un empobrecimiento progresivo,  que obliga a replantearse cuál es el papel de la persona mayor dentro de las distintas culturas y comunidades, introduciéndola así dentro del quehacer diario y no contribuyendo a la marginación social de ésta. 



Es de gran importancia destacar que la utilización de las nuevas tecnológicas en nuestra sociedad actual supone importantes ventajas para las personas mayores y sin embargo, se sienten alejadas de ellas.  Las personas mayores tienen que  adaptarse y evolucionar al mismo ritmo que la tecnología.  Deben formar parte del presente de una manera más activa y visible. Sacar un mayor partido a las nuevas tecnologías es uno de los sectores que más beneficios obtienen, demostrado a la sociedad que el concepto de persona mayor no es sinónimo de pasado e impide que no se aparten de la vida social al sentirse inútiles.  Diversos estudios han demostrado que el aprendizaje de nuevas tecnológicas estimula la actividad mental de las personas mayores.



Terminamos poniendo de relieve algunas de las características y funciones de las personas mayores actualmente: deseo de dejar un legado: no querer ser olvidados e influir en los demás después de muertos; compartir experiencia con el joven y establecer contactos generacionales; apego a los objetos familiares, lo que le acompañó en la vida (casa, animales, familia, recuerdos...) le dan un sentido de continuidad en el tiempo; cambio en el sentido del tiempo, viven el presente; sentido completo del ciclo vital, valoran la vida como un todo; creatividad, curiosidad y capacidad de sorpresa; sentido de la propia realización 





LA VENTANA DEL MAYOR (265)

MÁS QUE VIEJOS

En la actualidad la nueva revolución médica y social en cuanto a la vejez no se refiere sólo al aumento de la esperanza de vida sino que se ocupa, especialmente, de los que son "más que viejos", los más mayores entre los mayores: los que ya han cumplido 100 años.  

Ya no sólo se llega a viejo, se llega a ser "muy viejo" y con grandes probabilidades de hacerlo en plenitud de condiciones físicas y mentales.  Las probabilidades de que una persona viva 100 años actualmente son bajas, pero ciertamente son mayores que las de sus padres o sus abuelos Los centenarios son, por definición, supervivientes, que han vivido, al menos veinte años más que la esperanza de vida media. Contrariamente a la imagen general de un individuo extremadamente frágil al final de su vida, muchos de los estudios realizados hasta la fecha revelan que buena parte de los mismos viven integrados en la comunidad, con un buen estado cognitivo y funcional 

En el extremo más longevo de la especie humana, los centenarios ofrecen la oportunidad de extraer las claves más importantes respecto a la supervivencia y fragilidad que permitan promover unos mejores niveles de salud e independencia en el conjunto de la población mayor. Ello supone toda una revolución  que los médicos, psicólogos, sociólogos y políticos deben contemplar. El creciente número y la proporción de centenarios  generan cuestionamientos a los programas y las políticas, como la edad de retiro, la atención médica, las pensiones, las inversiones económicas, los impuestos, los servicios sociales, el mantenimiento de la salud, la rehabilitación, el cuidado y la vida asistida. No prestar atención o demorar la atención de las profundas consecuencias de la mayor longevidad no solo es una visión de corto alcance, sino que dificulta la situación de personas, familias y comunidades, así como eleva el costo económico para los gobiernos.

Llegar a los 100 años significa algo más que, simplemente, vivir mucho. Con un ritmo de vida tan acelerado como el de hoy, uno se preguntará: ¿Cómo se comportan para vivir más de cien años? Los científicos afirman, que los factores claves para llegar a esta edad son: los “súper” genes heredados. La mayoría de quienes llegan a los 100 años tienen un abuelo, un padre o madre; hermano  o hermana que vivió 90 años o más.  

Además de la importancia de la genética, en especial en edades avanzadas, algunos de los factores más notables relacionados con la longevidad son:  la buena salud y hábitos personales, como la dieta, el ejercicio, el peso normal, el poco estrés y no fumar ni abusar de substancias;  la educación y el elevado conocimiento;  un sistema de apoyo social fuerte y comprometido;  una perspectiva optimista y emociones positivas con capacidad de adaptación al cambio y a la planificación de alternativas Muchas personas centenarias señalan que no sienten su edad cronológica, sino que se piensan y se sienten muchos años más jóvenes. Han logrado una vida de tres dígitos, y aunque parezca increíble para muchos, todavía disfrutan y le sonríen a la vida.