La espiritualidad en el envejecimiento
El envejecer es un proceso del
desarrollo humano al que es necesario adaptarse. La vejez supone para la
persona mayor desafíos, logros y frustraciones, dificultades, debilitamiento
físico progresivo, la pérdida de seres queridos, y la muerte. Hay alegrías y
penas, conflicto y soluciones, conquistas y derrotas, sufrimiento. Para hacer
frente a estas situaciones se dispone de
una serie de recursos, uno de los cuales
es la espiritualidad,
entendiéndose como tal el conjunto de creencias y prácticas basadas en la convicción de que existe una dimensión no
física, de la vida. Un
significado último que orienta la conducta y da seguridad, una fuerza última,
trascendente y sagrada, que da sentido a
nuestra existencia. La espiritualidad va
más allá de pertenecer a una corriente
religiosa específica, no se restringe a espacios predeterminados como la iglesia, ni a tiempos preestablecidos como los de un culto
religioso, sino que puede sentirse en cualquier momento y lugar. Cumple la
misión de la religión pero sin instituciones.
La concepción que las personas
mayores tengan acerca de lo que hay más
allá de la muerte o las respuestas que se
hayan dado a las preguntas de por qué y para qué de la vida, dan origen
a muchas conductas, sentimientos, y pensamientos que pueden resultar de
particular apoyo en la etapa final de la vida, a la vez que son los criterios
centrales en la evaluación de la propia vida. La espiritualidad se
considera dimensión humana como
cualquier otra y las personas mayores que la incorporan a su vida diaria encuentran beneficios que tienen que ver con
la longevidad, el enfrentamiento a la muerte y la satisfacción vital. Asimismo,
los mayores que tienden a confiarse más en su fe religiosa, tienden a mostrar
mucho menos o ningún temor a la muerte. Por estos motivos, se plantea que la
espiritualidad puede influir tanto en el bienestar psíquico de las personas
mayores como en su proceso de acomodación al envejecimiento. Adaptación a la
enfermedad y al sufrimiento. Se asocia con el deseo de vivir, la esperanza y el
sentido de continuidad de la vida luego de la muerte física
Consecuente con estas consideraciones, se
está introduciendo en ciertos contextos culturales lo que se ha denominado el “paradigma de lo
espiritual” Atención no solo al cuidado de la exterioridad sino también a su
realidad espiritual, a lo invisible del ser humano. Las creencias y
experiencias religiosas y espirituales son parte integrante de la personalidad.
La espiritualidad es
pues otro factor del envejecimiento activo que no había sido considerado
y cuyo aspecto central trasciende de lo terreno. De hay la importancia de
incorporarlo en el buen envejecimiento, asesoramiento y tratamiento de las
personas mayores