sábado, 14 de febrero de 2015

LA VENTANA DEL MAYOR (207)

APROVECHAR EL TIEMPO PARA LA VEJEZ

Alguien ha dicho que la vejez no tiene remedio. Sin embargo, es un mal que puede aliviarse en muchísimos aspectos. Si se observa detalladamente, el proceso de crecer puede ser hasta más difícil que el de envejecer. En el proceso  de saber vivir la vejez mucho cuentan las actitudes y acciones de la sociedad en que el individuo envejece. La vejez no es una enfermedad: es un estado de graduales cambios degenerativos, de lento desgaste, pero no es una enfermedad ni tiene que venir acompañada de dolores ni angustias. Hay enfermedades propias de la vejez, lo mismo que hay enfermedades propias de la infancia; pero eso no quiere decir que la infancia sea una enfermedad, como tampoco es la vejez. En el proceso de envejecer ocurren cambios progresivos en las células, en los tejidos, en los órganos y en el organismo total. Es la ley de la naturaleza que todas las cosas vivas cambian con el tiempo, tanto en estructura como en función. El envejecimiento empieza con la concepción y termina con la muerte. La gerontología se interesa principalmente en los cambios que ocurren entre el logro de la madurez y la muerte del individuo, así como en los factores que influyen en estos cambios progresivos.


          Se hace extremadamente difícil señalar cuándo comienza la vejez. Esto se debe a las numerosas diferencias individuales que existen en el proceso de envejecer. No solamente hay variaciones entre individuos, sino también entre distintos sistemas de órganos. Orgánicamente hablando, el individuo en cualquier edad es el resultado de los procesos de acumulación y destrucción de células, que ocurren simultáneamente. El envejecimiento comienza bien temprano en la vida. Distintas partes de la anatomía envejecen a ritmos diferentes. Específicamente, se ha señalado el caso del arcus senilis (arco senil o círculo del envejecimiento), que es la parte coloreada de los ojos de las personas viejas. Generalmente, tal cambio puede observarse por primera vez alrededor de los 80 años, pero en otras personas puede notarse a los 50.

Lo prevaleciente es la noción de que la vejez es resultado inevitable del deterioro orgánico y mental. Tal deterioro se hace visible a mediados de la vida. De ahí en adelante, progresa a un ritmo acelerado. En lo referente a los factores biológicos, se ha apuntado certeramente que los cambios que ocurren en el proceso de envejecer son los mismos en todas partes del mundo. En este sentido parece inevitable que el organismo humano pasa a lo largo de un ciclo que comprende la concepción, el nacimiento, el desarrollo durante la niñez y la adolescencia, la plenitud, la declinación y la muerte. Envejecer como proceso biológico tiene extensas consecuencias sociales psicológicas. 

Viejo es aquel que ha llegado a su horizonte. Quien se estanca, ha envejecido. Esto no significa que se pase por alto el hecho irrefutable de los años. Se envejece porque transcurre el tiempo por encima de cada persona. Pero también se envejece porque se permite que el tiempo corra por encima de cada una sin aprovecharlo como se debe. Y el tiempo siempre debe aprovecharse de una manera o de otra. Hay quien se sienta a esperar la muerte sentado en un sillón o acostado en una cama, sin haber razón alguna para tales poses fatalistas. En casi todas las etapas de la vida, incluyendo la vejez, se podría dar más de lo que se ha dado.

lunes, 2 de febrero de 2015

LA VENTANA DEL MAYOR (206)

LA MUJER MAYOR DEL FUTURO

Como consecuencia de la mayor esperanza de vida en la mujer que en el hombre (84 y 78 años de media, respectivamente), y a causa del mayor envejecimiento de la población, son bastantes más las mujeres de edad avanzada que los hombres. En esa sociedad futura en la que las personas mayores han de tener mayor protagonismo, habrá de replantearse el papel que corresponde a la mujer mayor, distinto al que les correspondía cuando eran todavía jóvenes. 



Habrá que prestar una atención especial a las mujeres mayores viudas, más numerosas que los hombres mayores viudos. Para ellas debe establecerse un nivel de pensiones mayor al que actualmente reciben; y el establecimiento de servicios sociales específicos, que comience por un apoyo familiar explícito y debidamente adaptado a sus características diferenciales

Si tenemos en cuenta la importancia decisiva de la familia en la conformación de un modelo de sociedad, no pueden ignorarse, pensando en la sociedad del futuro, los cambios evidentes que se están produciendo en el modelo familiar. Pautas familiares que eran comunes hasta hace poco han cambiado de forma notable: relaciones padres hijos, relaciones de noviazgo y entre pareja, cambios legislativos introducidos sobre disolución del matrimonio, progresivo abandono del Derecho natural como fundamento del concepto de familia,  etc.

Mayor protagonismo de la mujer, que no puede quedar recluida, salvo que lo haga por propia voluntad, al ámbito exclusivo del hogar familiar. En su juventud ha recibido una formación y capacitación profesional y, al igual que el hombre, es preciso que las ponga al servicio y en beneficio de la sociedad, aparte de que su trabajo profesional, en igualdad de condiciones que el hombre, le sirve para que su persona adquiera una mayor proyección. Esto exige políticas activas de conciliación de la vida familiar y profesional y, en cualquier caso, el diseño de un modelo de sociedad en la que la mujer ya no es la persona que permanece en el hogar, para atender las necesidades de éste y especialmente las de los hijos, mientras que el hombre se ocupa de la ganancia económica para el sostenimiento de la familia. Hoy el trabajo, el cuidado de los hijos y las tareas del hogar, están repartidas entre hombre y mujer.


Si ya en el momento actual se hace evidente que las personas mayores han incrementado su nivel cultural en relación con generaciones precedentes, todo hace pensar que dicho nivel cultural será mayor en el futuro, que tendremos unas personas mayores, no sólo hombres sino también mujeres, mejor instruidos, con niveles educativos más avanzados, con una experiencia de conocimientos mayor. Ello les posibilitará una mayor independencia de criterio, mayor libertad en el ámbito personal, familiar y comunitario, mayor capacidad de influencia social, una transformación de su rol actual, en definitiva una presencia más activa en la sociedad.