Personas mayores y seguridad vial
Las personas mayores constituyen, uno de los grupos de mayor riesgo de accidente de tráfico, tanto al actuar como peatones como al hacer de conductores de vehículos. Ayudar a conocer los peligros a los que se ven sometidos los más mayores a la hora de caminar o conducir, así como sus propias limitaciones, puede ser la mejor contribución para prevenir accidentes en este grupo de edad.
Los avances médicos y la mejora en la calidad de la alimentación hacen que las condiciones físicas de nuestros mayores no entren en declive hasta unos años más tarde de lo que solían hacerlo. No obstante, tarde o temprano, la pérdida de facultades psíquicas y motoras acaba por aparecer, lo que origina la “peligrosidad” de este grupo a la hora de desenvolverse dentro de las vías de circulación, pese a que, en su mayoría, se trata de un colectivo que profesa escrupuloso respeto sobre las normas de tráfico. Por ello a continuación se propone una serie de recomendaciones para las personas mayores, tanto en el papel que desempeñan como peatones como en el desarrollo de la conducción de vehículos.
En primer lugar los mayores como conductores. Los problemas de visión se acentúan con el avance de la edad, y es precisamente la vista el sentido vital para conducir, llegando a suponer más del 90% de la información recibida por el conductor. Este hecho hace que la conducción nocturna o con mal tiempo provoque una sensación de gran incomodidad sobre las personas mayores. A ello hay que añadir que a partir de los 70 años comienza a deteriorarse la visión periférica. Al hacer uso del vehículo, una persona mayor debe verificar mediante periódicos controles que su visión es óptima. Además se recomienda a las personas mayores conducir por vías que les resulten conocidas, bien iluminadas, con buena señalización y bien asfaltadas.
Queramos o no, con la edad también aumenta el tiempo que se invierte en reaccionar ante un peligro. Resulta imprescindible cerciorarse de la inexistencia de peligro antes de llevar a cabo una maniobra, como puede ser un adelantamiento, y duplicar la distancia de seguridad que a priori pueda considerarse adecuada, dejando al menos seis segundos de distancia respecto al vehículo que nos precede.
La fatiga también se acrecienta durante la tarea de la conducción. Es más que conveniente que un conductor de elevada edad realice descansos frecuentemente, de unos quince minutos por cada hora de conducción, que le lleven a permanecer fresco por si fuera necesario reaccionar ante cualquier imprevisto.
En segundo lugar los mayores como peatones. Un peatón mayor cruza la calle más lentamente de lo que lo hace una persona joven. A este hecho hay que unir la circunstancia de que a la hora de cruzar les resulta más difícil percibir cuál es la velocidad a la que avanzan los vehículos o la fase en la que se encuentra el semáforo. Además de cruzar siempre por las zonas señalizadas a tal efecto, resulta recomendable que las personas mayores esperen a que los vehículos se detengan por completo y se ayuden de los sonidos emitidos por algunos semáforos (muy pocos por desgracia) al ponerse en verde. Y si se encuentra una persona más joven a su lado, una persona mayor debe pedir ayuda sin dudarlo.
En múltiples ocasiones los peatones de elevada edad realizan desafortunadas y equivocadas valoraciones del riesgo que supone el tráfico y que se traducen en situaciones potencialmente conflictivas. El tiempo que invierten en cruzar la calle es mayor, por lo que los semáforos que indican el tiempo que resta para que torne a rojo suponen, sin duda, una eficaz ayuda para este tipo de peatones.
Deben ser conscientes estos peatones que los vehículos con los que se comparte la vía ya no son los de antaño, y que las elevadas potencias de los vehículos a motor provocan que un vehículo que parece que circula despacio a lo lejos puede encontrarse un instante después a nuestra altura.
Con el fin de atajar este problema de raíz, los cuerpos policiales de diferentes municipios llevan a cabo charlas en Centros de Convivencia de Mayores y Residencias, en las que se dan consejos de seguridad vial para peatones, describiendo los riesgos del tráfico para personas mayores cuyas condiciones físicas se ven más mermadas. También se explican sus roles como conductores y pasajeros de vehículos particulares (uso del cinturón de seguridad), como usuarios de los transportes públicos de la ciudad (subida y bajada al bus, atención durante los desplazamientos entre las paradas establecidas, etc.).
En tercer lugar ¿Que pueden hacer el resto de las personas en relación con la gente de edad?
La primera tarea es la de hacer ver a nuestros mayores, bien sean peatones, bien sean conductores, los peligros originados por el tráfico rodado en nuestras calles. Si es posible debemos acompañarles en su recorrido, y no cargarles con demasiada responsabilidad, como acompañar a los niños al colegio si para ello deben caminar por lugares potencialmente conflictivos.
Por otra parte, habrá que tener en cuenta la vulnerabilidad de los peatones de cierta edad, que pueden sufrir lesiones de gravedad en sus huesos y sus tejidos ante pequeños impactos o ante una caída. Así pues, al advertir su presencia debemos extremar la precaución y reducir la velocidad para poder afrontar cualquier situación de riesgo ante la que pudiéramos encontrarnos. Y si cuando vaya andando por la calle se encuentra con una persona mayor dispuesta a cruzar la calle, ofrézcale su ayuda. Unos pocos, los menos, se ofenderán al pensar que se está poniendo límites a su independencia. Otros se lo agradecerán y aceptarán su ayuda. Y algunos se sentirán reconfortados al pensar que, al menos por un momento, alguien se preocupa por su bienestar.
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