La persona como ser inacabado

Desde el plano educativo, la persona es un ser inacabado en todos sus aspectos o dimensiones. Las personas aprendemos desde que nacemos y a lo largo de nuestra vida. Las actuales personas mayores nacieron y fueron educadas con otros valores y normas, ni mejores ni peores, diferentes. Incluían proyectos y realizaciones para un futuro que creían previsible. Pero el modelo tradicional, de declive o negativo para envejecer ya no se lleva y si se toma, las dejan totalmente marginadas. De ahí la importancia de la educación para una nueva socialización
No hay una edad determinada para aprender, todo depende de la persona y de la voluntad de querer hacerlo. Sin embargo cuando se trata de vincular educación y persona mayor, se piensa que ésta es difícilmente educable y poco susceptible de adquirir nuevos conocimientos. Ante esta postura tenemos que resaltar que la perdida de memoria no es mucho mayor que en otras edades, la inteligencia no sólo no disminuye sino que puede aumentar si se proporciona oportunidades para ejercitarla. La educación permanente no tiene plazos, ni programas rígidos, ni exigencias generales e iguales para todos. Se realiza en libertad y en beneficio de cada sujeto en particular. Los fines perseguidos van dirigidos a que la vejez se contemple y considere desde la perspectiva del “envejecimiento activo”.

Si no nos morimos antes, todos estamos llamados a ser persona mayor. ¿Nos preparamos para ello?. Vamos a plantear las siguientes interrogantes: ¿Piensan que como persona mayor ya tienen su propia experiencia y conocimientos y no necesitan seguir educando su potencial humano?. ¿Sabían que la educación permanente es un derecho que queda sin desarrollar en la mayoría de las personas de edad?. ¿Que solo una minoría, la más preparada, es la que muestra interés por actualizarse?. ¿Y que el nivel de instrucción de los mayores no es equiparable al de la población más joven, por debajo de los 45 años
Las personas mayores, no son las que más saben, sino las que más ignoran. Quedan marginadas, amarradas al pasado, impermeables a los cambios vertiginoso del siglo XXI, caracterizado por la aceleración de los avances tecnológicos; el despliegue de la cultura postmoderna, con su lógica de consumo; la urgencia de vivir rápido como si no hubiese futuro; y la exaltación de los sentidos como única posibilidad de placer.
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