lunes, 25 de abril de 2016

LA VENTANA DEL MAYOR (255)

LA REVOLUCIÓN SILENCIOSA DE LA LONGEVIDAD

Uno de los procesos demográficos más intensos de la última centuria ha sido el envejecimiento de la población, resultante de diversos factores directos, como la disminución de la mortalidad y el aumento de la esperanza de vida, e indirectos, como la natalidad, la estructura por edades o las migraciones. Se constata así el incremento de la proporción de personas mayores de 65 años y también el aumento de la edad media de la población. En cifras esto se traduce en una evolución que se ha mantenido ascendente hasta finales del siglo XX, momento en el que se inicia un leve retroceso en el ritmo de envejecimiento al superar los 65 años la denomina “generación hueca” o de la postguerra y ser significativas las aportaciones de la inmigración.

El envejecimiento de nuestra sociedad y su globalización ha hecho visible lo que se ha denominado por algunos como la revolución silenciosa de la longevidad. Una revolución que también nos sitúa ante un mercado laboral muy maduro en el que se mantiene constante el crecimiento de la edad media de la población. Para el conjunto de España, en 2001 la edad media era de 37 años, pasando a ser de 38 años en 2005 y se espera alcanzar los 43 años en 2020  Los cambios futuros de la estructura por edades avisan de la acentuación del envejecimiento y del desequilibrio entre los grupos de edad. Hace tres décadas, por cada 100 personas en edad de trabajar (16-64 años) había 16 de 65 y más años. Actualmente superan las 25 personas. En 2050 se habrá duplicado hasta 56. Los octogenarios, que ahora son uno de cada cuatro mayores, se situarán en torno al 40% de todos los mayores, un nuevo fenómeno sociodemográfico denominado “envejecimiento de la vejez” o sobre-envejecimiento.  En la actualidad la población de España  está sufriendo un proceso de envejeciendo por la cúspide y un rejuvenecimiento por la base de la pirámide de edades como consecuencia del incremento de la esperanza de vida (reducida mortalidad, especialmente infantil, y de la mortalidad evitable) y suave repunte de la fecundidad.

Las personas mayores han sido históricamente uno de los grupos o colectivos de población más vulnerables a la pérdida de salud y a la pobreza, además de constituir el grupo de población marginada y excluida más numeroso, junto con la población menor de cinco años. 

Los logros alcanzados en los últimos treinta años han permitido una mejora sustancial en años vividos y en condiciones de vida, pero no ha erradicado ni la vulnerabilidad ni la experiencia de nuevas formas de exclusión social.  El envejecimiento “con éxito” como meta puede estimarse como un logro en la última década al constatarse la continuidad de la tendencia al alza de la esperanza de vida, la reducción de los años en situación de gran dependencia (entre 2 y 5 años), y el descenso suave, pero paulatino, de la proporción de personas mayores con problemas de dependencia. Los logros alcanzados no deben hacernos perder de vista que la marginación y exclusión social afecta a un número nada despreciable de personas mayores de 65 años y que el aumento cuantitativo que se espera en los próximos años de personas con más de 65 años y con más de 80 años es un reto para el que todavía no se ha preparado suficientemente la sociedad y las diferentes políticas sociales. 


La acepción del término exclusión social como un proceso social de pérdida de integración  en todos los ámbitos socioeconómicos, encuentra su mejor expresión en el grupo de personas mayores. Se ha definido la vejez como un período de pérdidas. Pérdida de la capacidad funcional de los sistemas fisiológicos, de las actividades psíquicas, sensoriales y motoras, de los estilos de vida mantenidos, de las relaciones sociales, de ingresos y de capacidad de consumo, de participación política, es decir, de una pérdida generalizada de presencia en determinados espacios vitales para el ser humano. Hablamos, en definitiva, de pérdida de visibilidad. Se producen una serie de cambios vitales  cuya adaptación va a depender de los recursos personales, familiares y sociales que las personas mayores tengan. 

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