Duelo y viudez en las personas mayores
Vamos a poner especial atención al proceso vivido por la muerte del cónyuge, es decir, del marido o mujer, del esposo o esposa. Es inevitable que tarde o temprano perdamos a nuestra pareja, siendo la mayor probabilidad de que esto ocurra en la etapa de persona mayor.
Y ahora un primer interrogante:
¿Como se vive la pérdida del cónyuge?
El duelo es una reacción emocional que se da frente a una pérdida, traumática en la misma medida que una herida o quemadura, por lo cual siempre es dolorosa. Necesita un tiempo y un proceso para volver al equilibrio normal que es lo que constituye el proceso de duelo. Dicho proceso se desarrolla en cuatro etapas
La primera etapa se denomina de “Impacto y Perplejidad”. Se inicia cuando nos enfrentamos a la noticia de la muerte. La persona mayor se enfrenta a una realidad que no logra comprender y que capta toda su atención; experimenta sentimientos de pena y dolor, incredulidad y confusión.
La segunda etapa se denomina de “Rabia y Culpa”. Hay una angustia intensa, acompañado de un desorden emocional. La muerte ya ha sido aceptada como un hecho real, pero en la persona mayor comienza un proceso de búsqueda de quien ya no está y empieza a expresar los sentimientos por éste.
Una tercera etapa seria la de “Desesperación y Retraimiento”. Esta etapa puede durar hasta dos años. Se intensifica la pena y llanto. Surgen los sentimientos de culpabilidad, resentimientos, soledad, añoranza y auto reproche que le impide su readaptación a la nueva realidad, con comportamientos o conductas no meditadas. Sueña con el fallecido/a, se retira socialmente.
Y la cuarta y última etapa se denomina de “Reestructuración del mundo, Reorganización y Sanación”. La reestructuración puede durar hasta dos años. La persona mayor toma conciencia de la pérdida, acepta el vacío y lo incorpora como una ausencia presente. Reaparece la paz y el sentido de vivir, y se atenúa las emociones y sentimientos. Vuelve a sentir la calidez de quienes lo rodean. Comienza atener una visión más realista del ser perdido.
Se habla de elaboración del duelo cuando ya se ha aceptado la pérdida y el recordar no causa dolor. El expresar abiertamente la pena que se siente es algo natural y deseable, y supone una buena salida psicológica en términos de la elaboración del duelo recientemente vivido.
En definitiva, el proceso de duelo exige una serie de tareas para desencadenar una buena elaboración de éste. Se debe aceptar la realidad de la pérdida: luego sufrir pena y dolor emocional; para después ajustarse al medio sin la persona desaparecida, en el sentido de construir una nueva vida estable y satisfactoria: y finalmente quitar la energía emocional del fallecido reduciéndola hacia otras relaciones en el sentido de recuperar la capacidad de amar en un sentido mas amplio.
Y ahora una segunda interrogante:
¿Como se reorganiza la vida de la persona mayor después de la pérdida?.
La viudez o el hecho de perder al ser con el que se ha compartido una larga etapa de su vida, es una de las experiencias más duras a las cuales se ve enfrentado la persona mayor.
Debido a que el ciclo de la vida de los hombres es más corto, y estos suelen ser mayores que sus esposas, la situación de viudez es más normal entre las mujeres mayores, lo que lleva consigo una serie de conflictos, no sólo por la muerte del cónyuge sino además por el hecho de tener que enfrentar ahora la vida sola. Si el marido ha sido la principal fuente de sustento ya sea económico, afectivo o de otra índole, su muerte suele implicar cambios en el nivel de vida. Incluso el despertarse adquiere otro significado cuando nos damos cuenta que a nuestro lado ya no hay nadie. La mayoría de las mujeres siente que la pérdida del esposo es una pérdida de apoyo emocional
Por su parte los hombres viudos, tienden a sufrir intensa depresión luego de la muerte de sus esposas, lo cual se traduce a veces en la búsqueda de una nueva pareja. Debe reconstruir una identidad y aunque las palabras siguen siendo las mismas, cambian de significado. La familia no es lo que era. Ni el hogar, ni el matrimonio.
Con interés he leído tu artículo pensando más en mis padres, especialmente en mi madre cuando se quedó sola al marcharse mi padre. Todo lo que indicas me parece perfecto pero el problema surgió cuando mi madre se quedo sola. ¿Por qué no aceptaba el vivir con alguna de las hijas o alguno de los hijos? Fue imposible convencerla a excepción de cuando su movilidad se quedó bastante reducida. Yo creo que si como indicas la pérdida de la persona con la que se ha compartido una gran parte de la vida, es una de las experiencias más duras a las que se enfrenta una persona mayor, ¿cómo deberían de comportarse los seres queridos que la rodean para aliviarle su dolor? Para mí esa es la gran incógnita.
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