Factores causantes de la dependencia de las personas mayores
El porcentaje de individuos que soportan limitaciones en su capacidad funcional aumenta con la edad. La inmensa mayoría de sujetos dependientes tiene más de 80 años. La senescencia, el sobreenvejecimiento, se revela como un factor claramente determinante de la aparición de problemas de dependencia. Por ello el escenario de futuro caracterizado por un notable incremento en el número de personas mayores, pone de relieve la cuestión de la dependencia como un problema acuciante, estrechamente vinculado al envejecimiento demográfico.
Son dos los motivos por los cuales a medida que los individuos envejecen, encuentran dificultad o imposibilidad de realizar de manera independiente, autónoma, algunas actividades cotidianas.
Por un lado, la dependencia puede tener su origen en una o varias enfermedades, procesos crónicos fuertemente asociados a la edad como por ejemplo, enfermedad de Alzheimer, artritis, osteoporosis, etc.
Por otro lado la dependencia puede ser el reflejo de una pérdida general en las funciones fisiológicas atribuible al proceso global del envejecimiento, con pérdida de vitalidad que experimentan la mayoría de organismos con la edad.
Pero hay que poner de relieve que no todas las personas de edad muy avanzada experimentan limitaciones en su capacidad funcional, por lo que parece claro que debe de existir otros factores, además de la edad, que expliquen por qué algunos sujetos son dependientes y otros no.
En este sentido existen una serie de variables de tipo social y ambiental -además de los factores genéticos-, en la que los individuos difieren entre sí, que condicionan la aparición y el desarrollo de los desencadenantes de la dependencia.
Al respecto se ha analizado la posible influencia de distintas variables socioeconómicas sobre el hecho de ser dependiente. Las trayectorias vitales de las personas - su alimentación, las condiciones laborales... -, influyen decisivamente sobre la probabilidad que éstas tienen de que, una vez llegados a viejos, se encuentren entre los desafortunados que han perdido su autonomía funcional. También un bajo nivel educativo es un factor asociado al hecho de ser dependiente. Así, los individuos con un mayor nivel educativo no sólo tienen una menor probabilidad de padecer enfermedades crónicas al llegar a viejos - lo que fundamentalmente se explica por unos hábitos más saludables en etapas anteriores de sus vidas -, sino que aun en el caso de padecer tales enfermedades, la incapacidad funcional que puede acompañar a éstas es menor. Todo lo anterior nos ayuda a comprender cómo y por qué algunos individuos acaban teniendo problemas de dependencia y otros no.
A modo de conclusión ponemos de relieve que aunque el envejecimiento de la población constituye ya una realidad en nuestro país y que sin duda se va a acentuar en los próximos años, ello no tiene por qué suponer necesariamente un aumento simétrico del número de ancianos españoles aquejados de problemas de dependencia.
El motivo estriba en que el hecho de ser dependiente viene determinado por otros factores además de la edad, como son el nivel educativo o el estado de salud. Por ello, en la medida en que esas otras variables experimenten en el futuro un comportamiento más favorable, que es lo que parece haber sucedido en los últimos años, el número de personas dependientes puede que aumente menos de lo que sugieren algunas proyecciones catastrofistas. Así pues, resulta muy necesario empezar a abandonar el tono apocalíptico con el que suelen plantearse estas cuestiones y, frente al titular fácil, contraponer más y mejores estudios que nos ayuden a comprender en toda su complejidad la dinámica que existe entre el envejecimiento demográfico y los problemas de dependencia.
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