jueves, 26 de agosto de 2010

LA VENTANA DEL MAYOR . (35)

Género y envejecimiento.GGénero y envejecimiento
Género y envejecimiento

Queda patente que aunque las mujeres mayores constituyen una parte importante e imprescindible en el proceso del envejecimiento, llevan a sus espaldas la mayor parte del trabajo en el ámbito familiar y sin embargo no disfruta de las condiciones de calidad de vida e igualdad de oportunidades que deben estar garantizadas en cualquier sociedad y especialmente en las sociedades democráticas

Se construye una división cultural, es decir, un conjunto diferenciado de prácticas, ideas y discursos, que crea un marco propio para las mujeres, y las posiciona en un lugar desfavorable en comparación con los hombres, ya sea en lo laboral, personal o de reproducción.

La generación actual de mujeres mayores ha vivido condicionada por la tradición, con ausencia de poder, por el sometimiento al padre y al marido. La sociedad asignó unos roles muy diferentes según género. Lo femenino se construye fundamentalmente en torno a la reproducción biológica y social en el seno de la familia, mientras el papel exclusivamente productivo y “externo” al hogar familiar, define la masculinidad. Conlleva pues distintos espacios donde estar según género: la mujer, en el espacio doméstico y el hombre, al no tener dicho espacio, por ser tradicionalmente femenino, buscan otros, tras jubilarse.

Esta diferenciación de funciones desencadenó, a su vez, una serie de restricciones sociales a las mujeres, cuya consecuencia fue la infravaloración social.

En este punto hemos de poner de relieve, la importancia de que las mujeres mayores reconozcan y valoren todo lo que han hecho y saben hacer. Al haber dedicado su tiempo a actividades domésticas que están desvalorizadas por no estar integradas en el mercado laboral, ello lleva consigo un efecto negativo para muchas mujeres, ya que aquello que ha sido lo central en sus vidas, el trabajo doméstico, carece de valor. Todo lo que han hecho, y hacen, se diluye en el día a día, no se traduce en “producto”.

Y aunque se ha producido un progresivo acercamiento entre las posiciones de ambos sexos - incorporación de la mujer al trabajo, con los cambios asociados a este hecho; mayores ingresos; más relaciones sociales; mejora del nivel educativo, etc.- las desigualdades respecto a los hombres persisten en la vejez. Tienen su origen en diferencias económicas, educativas, de salud, y de rol. Ello lleva consigo que la pobreza, la soledad y la salud etc. expresan de manera contundente, las diferencias entre las mujeres y los hombres mayores, en lo que respecta a la calidad de vida.

Llegado este momento, hay que desprenderse de los viejos esquemas que han servido para hacer invisibles a las personas en la última etapa de la vida y, en especial, a las mujeres. Disminuye la preponderancia que hasta ahora había tenido el sexo como eje en la distribución de roles, y crece la importancia de la edad como criterio diferenciador. Hasta hace poco, el sexo y la edad eran determinantes para predecir algunos de los comportamientos más importantes de los individuos, como su posición familiar, su grado de autonomía económica o sus capacidades físicas, es decir del papel y de la posición que detentan en el conjunto social.

No obstante, aunque el sexo no se puede cambiar ni tampoco la edad, si puede ofrecerse a la sociedad una nueva imagen del hecho de ser hombre o mujer y de las oportunidades que la sociedad brinda a cada uno para conseguir sus propias metas y en definitiva ser feliz

El aumento de la esperanza de vida va a ir acompañado de unos estándares de salud mucho mejores y las mujeres mayores de los próximos 20 años, beneficiarias de las nuevas posiciones feministas, se enfrentarán a la vejez con experiencias laborales, económicas, familiares, de poder y estatus diferentes a las de sus predecesoras y, por lo tanto, dispondrán de mayores recursos económicos, sociales e intelectuales que ellas.

Todo ello exigirá una redefinición de los roles tradicionales relativos a la pareja, la familia, el trabajo remunerado, el dinero, el sexo, etc.

Con ello se abren numerosos interrogantes con el objetivo de conocer el nuevo significado de las posiciones de las mujeres y de los hombres, a lo largo de todo el ciclo vital. Los roles de genero en las nuevas generaciones de mujeres tiende hacia la igualación

Pero no tenemos que olvidar, que si vivir más años conlleva el estigma de una vejez escasamente valorada, lo cierto es que las mujeres que lo padecen se enfrentan a él mucho mejor que los hombres, con una soltura que en el futuro tendrán que agradecer quienes están a las puertas de tales edades. El resultado es el menosprecio por los conocimientos y habilidades de esas mujeres, simplemente porque no están avalados por una acreditación académica y por no tener como finalidad el mercado de trabajo.


Enrique Pozón Lobato, Doctor en Ciencias de la Educación. Catedrático (jubilado) Ponente del Aula de Mayores de la Universidad de Málaga

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