domingo, 5 de junio de 2016

LA VENTANA DEL MAYOR (260)

LA EDAD DEL PENSAMIENTO


Sólo unos pocos se atreven a pensar en la necesidad de pensar. ¿Por qué parece normal darnos todo pensado y considerar  como bueno la repetición de lo que otros dijeron, o escribieron? ¿Qué trámites hay que cumplimentar para adquirir  el estatus de pensador por cuenta propia? ¿Como construir un súper de pensamiento casero? La filosofía no es más que el catálogo de respuestas que, los que no tienen nada que hacer, se empeñan en ofrecer a quienes no tienen tiempo de escucharlas. Se considera  artífices del pensamiento a aquellos que jamás solucionaron un problema del hombre de la calle, pero que fueron capaces de escribir un libro para explicarlo.Categorías: CulturaEducaciónEspiritualidadfeatured

¿Condiciona la edad el pensamiento? A una persona mayor la retiran de aquellas funciones que necesitan rapidez de reflejos físicos, circunstancia que puede hacer pensar que también deja de ser útil en la parcela donde se cultivan las ideas. Nada más lejos de la realidad. Lo único que cambia en los mayores son los estímulos mentales que propician una visión u otra, del mundo que los rodea. En la juventud,  todos se esfuerzan por seguir los patrones reinantes en ese momento. En la madurez profunda,  es cuando el mayor se libera de lo oficialmente correcto y, por tanto obligatorio.



         En cambio, en la vejez se percatan de que todo es tan veloz, que sus grandes esfuerzos se dedican a seleccionar sólo unas pocas de las múltiples ofertas que pasan por delante de sus ojos, para poder disfrutarlas. Es pues preciso racionalizar la serenidad, que es la consecuencia de la aceptación consciente de los propios límites. Tal vez este objetivo sea de los pocos que justifiquen el protagonismo de la razón sobre la pasión. Lo que sólo se puede hacer teniendo el valor de mirarse en el espejo y esbozando una sonrisa al constatar que la distancia existente entre lo que uno se piensa y lo que es en realidad, es más amplia cada día.  En el trabajo, en el éxito, en la familia, en las relaciones sociales, incluso en las creencias religiosas.
El pensamiento se hace mayor, lo que no necesariamente significa más sabio.

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