miércoles, 21 de septiembre de 2011

LA VENTANA DEL MAYOR (78)

Aula de mayores interactiva.
Tema 1: La cultura del envejecimiento


La interactividad persigue motivar el interés por participar virtualmente en el AULA DE MAYORES INTERACTIVA que hoy y en números sucesivos iremos presentando en el blog LA VENTANA DEL MAYOR con el objetivo de poner al alcance de las personas mayores, aspectos sociales y educativos de interés dentro de la etapa del ciclo vital en que se encuentran para mejorar y complementar su formación y lograr la construcción de la cultura del envejecimiento en consonancia con las exigencias del siglo XXI.

Haremos reflexionar a los lectores sobre su situación real con respecto al contenido de lo expuesto en cada una de los temas planteados. Para ello al final de cada tema se les propone una serie de preguntas en un cuestionario.

Los TEMAS que serán desarrollados en el AULA DE MAYORES INTERACTIVA harán referencia a las siguientes cuestiones:

TEMA 1.- La cultura del envejecimiento
TEMA 2.- La Cultura de la jubilación.
TEMA 3.- Actitudes y estilos de vida de las personas mayores ante las nuevas realidades del siglo XXI.
TEMA 4.- Personas mayores y activismo.
TEMA 5.- Planteamiento de la educación en las personas mayores
TEMA 6.- Actitud de las personas mayores ante el hecho de la educación permanente
TEMA 7.- La formación humanística de las personas mayores
TEMA 8.- La práctica de la educación de las personas mayores
TEMA 9.- Instituciones educativas para las personas mayores.

Comenzamos hoy por el primero de los nueve temas programados en el “AULA DE MAYORES INTERACTIVA”, poniendo de relieve una serie de hechos y circunstancias que se manifiestan, con más o menos intensidad, en las personas mayores y que integran los rasgos mas significativos de la llamada CULTURA DEL ENVEJECIMIENTO. Entre ellos destacamos los siguientes:

Las relaciones sociales de las personas mayores se empobrecen con respecto al período de la vida anterior, como consecuencia, entre otras causas, de la jubilación; de la disgregación de la estructura familiar tradicional; y de la muerte de los amigos.

Y este empobrecimiento, se manifiesta, por un lado, por la tendencia de las personas mayores a integrase en grupos de la misma edad, perdiéndose el contacto con individuos de otras edades, siendo inexistentes las relaciones sociales intergeneracionales, es decir, entre las personas jóvenes y las personas mayores, más allá de la estructura familiar.

La anomalía cultural que supone la desaparición de las relaciones sociales diversificadas, hace que muchas personas mayores dirijan, gran parte de sus esfuerzos, en conseguir un marco social de referencia a la que pertenecer.

Una segunda característica de la cultura del envejecimiento hace referencia a la limitación de los espacios físicos en los que se encuentran las personas mayores.

Son las denominadas bolsas territoriales, que constituyen un lugar donde, según la sociedad, deben estar los mayores. Aparecen así los clubes y hogares de pensionistas y jubilados, con unas características de aislamiento social, y aunque en ellos se crean redes de relaciones interpersonales y se ofrecen actividades de ocio, a su vez se fomenta la cultura tradicional de las personas mayores, que reciben como aceptable y buena.

Otros territorios los tenemos en los espacios al aire libre, como los parques, paseos, plazas urbanas, bancos públicos, que actúan como atalayas de observación de la vida cotidiana, y lugar donde tomar el sol. Sin olvidar las estaciones de ferrocarril, de autobuses, de metro... y los mercados, que posibilitan el poder “disfrutar” del movimiento de la gente.

Un tercer aspecto propio de la cultura del envejecimiento es la influencia del transcurrir del tiempo en la vida social y cultural de las personas mayores, ya que cuando se jubilan, dejan de tener horarios de entrada y salida al centro de trabajo, por lo que no tienen horarios concretos y obligatorios. .

En este sentido, cuando no existe tiempo ocupado en compromisos laborales, las personas mayores disponen de mucho tiempo desocupado, para llevar a cabo una variedad de actividades físicas, sociales y formativas, organizadas, unas veces por la propia persona mayor y en otras ocasiones, lo mas frecuente, por instituciones.

Indicar como última reflexión, que el tiempo desocupado no es utilizado, por regla general, por las personas mayores, para modificar su posición social. Solo sirve para rellenar el vacío de los días y horas sin sentido.

Y ahora lea atentamente las preguntas del cuestionario interactivo correspondiente a este primer tema, para que Vd. valore sus especiales circunstancias.

¿Cuida sus relaciones sociales o tiende al aislamiento

¿En que espacios se mueve?

¿Cuáles son las razones?

¿Le da importancia a su tiempo desocupado o lo deja transcurrir, sin mas?

En caso afirmativo ¿qué tipo de actividades realiza?

¿Ha pensado que utilizando convenientemente el tiempo desocupado, puede conseguir mejorar su posición en la sociedad, a través de la educación permanente?

lunes, 12 de septiembre de 2011

LA VENTANA DEL MAYOR (77)

Factores causantes de la dependencia de las personas mayores


El porcentaje de individuos que soportan limitaciones en su capacidad funcional aumenta con la edad. La inmensa mayoría de sujetos dependientes tiene más de 80 años. La senescencia, el sobreenvejecimiento, se revela como un factor claramente determinante de la aparición de problemas de dependencia. Por ello el escenario de futuro caracterizado por un notable incremento en el número de personas mayores, pone de relieve la cuestión de la dependencia como un problema acuciante, estrechamente vinculado al envejecimiento demográfico.

Son dos los motivos por los cuales a medida que los individuos envejecen, encuentran dificultad o imposibilidad de realizar de manera independiente, autónoma, algunas actividades cotidianas.

Por un lado, la dependencia puede tener su origen en una o varias enfermedades, procesos crónicos fuertemente asociados a la edad como por ejemplo, enfermedad de Alzheimer, artritis, osteoporosis, etc.

Por otro lado la dependencia puede ser el reflejo de una pérdida general en las funciones fisiológicas atribuible al proceso global del envejecimiento, con pérdida de vitalidad que experimentan la mayoría de organismos con la edad.

Pero hay que poner de relieve que no todas las personas de edad muy avanzada experimentan limitaciones en su capacidad funcional, por lo que parece claro que debe de existir otros factores, además de la edad, que expliquen por qué algunos sujetos son dependientes y otros no.

En este sentido existen una serie de variables de tipo social y ambiental -además de los factores genéticos-, en la que los individuos difieren entre sí, que condicionan la aparición y el desarrollo de los desencadenantes de la dependencia.

Al respecto se ha analizado la posible influencia de distintas variables socioeconómicas sobre el hecho de ser dependiente. Las trayectorias vitales de las personas - su alimentación, las condiciones laborales... -, influyen decisivamente sobre la probabilidad que éstas tienen de que, una vez llegados a viejos, se encuentren entre los desafortunados que han perdido su autonomía funcional. También un bajo nivel educativo es un factor asociado al hecho de ser dependiente. Así, los individuos con un mayor nivel educativo no sólo tienen una menor probabilidad de padecer enfermedades crónicas al llegar a viejos - lo que fundamentalmente se explica por unos hábitos más saludables en etapas anteriores de sus vidas -, sino que aun en el caso de padecer tales enfermedades, la incapacidad funcional que puede acompañar a éstas es menor. Todo lo anterior nos ayuda a comprender cómo y por qué algunos individuos acaban teniendo problemas de dependencia y otros no.

A modo de conclusión ponemos de relieve que aunque el envejecimiento de la población constituye ya una realidad en nuestro país y que sin duda se va a acentuar en los próximos años, ello no tiene por qué suponer necesariamente un aumento simétrico del número de ancianos españoles aquejados de problemas de dependencia.

El motivo estriba en que el hecho de ser dependiente viene determinado por otros factores además de la edad, como son el nivel educativo o el estado de salud. Por ello, en la medida en que esas otras variables experimenten en el futuro un comportamiento más favorable, que es lo que parece haber sucedido en los últimos años, el número de personas dependientes puede que aumente menos de lo que sugieren algunas proyecciones catastrofistas. Así pues, resulta muy necesario empezar a abandonar el tono apocalíptico con el que suelen plantearse estas cuestiones y, frente al titular fácil, contraponer más y mejores estudios que nos ayuden a comprender en toda su complejidad la dinámica que existe entre el envejecimiento demográfico y los problemas de dependencia.

lunes, 5 de septiembre de 2011

LA VENTANA DEL MAYOR (76)

El turismo social de las personas mayores

Siguiendo a José de las Heras Gayo en su trabajo sobre “La calidad en el turismo de las personas mayores” vamos a dejar constancia de algunos aspectos referido al turismo concebido como expresión cultural.


El turismo se ha intensificado de tal manera que se ha convertido en uno de los fenómenos más importantes y representativos de nuestro tiempo. Mira cada vez más a la cultura, al conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su propio juicio crítico, acercarse a modos de vida y costumbres, así como al grado de desarrollo artístico, científico, industrial de las zonas visitadas.

Debe entenderse el turismo como una expresión cultural que puede ejercerse individualmente o en grupo. Su evaluación histórica comienza con los grandes viajes de aventura y comercio, luego los viajes de lujo y placer de los muy ricos, después los deportivos y finalmente el turismo llamado social o de masas, dentro de los cuales se encuentra el dirigido a colectivos de las personas mayores.

Esther Vilar en su libro “Viejos” exclama y advierte refiriéndose a determinados argumentos que la sociedad actual utiliza para animar a las personas mayores a hacer turismo: “¡Vamos, concedeos algo! ¡Disfrutad de la vida¡

El turismo desde la sociología se centra en el grupo. Es la “microsociología” del autocar. Lo primero que se necesita para que exista el grupo es la conciencia individual de pertenecer a él. Un grupo formado a través del mostrador de una agencia de viajes a base de personas que en principio se desconocen no es un grupo. En cambio uno procedente de un colectivo de personas mayores, si lo es.

Los grupos turísticos de personas mayores en gran medida están formado por gente que ya se conoce, que hacen más actividades juntos, etc. y, por supuesto, que están en edades que encajan dentro de la tercera.

Son grupos que funcionan generalmente de forma dirigida, hablando en términos pedagógicos, y que de alguna manera son conducidos, esto quiere decir que no “van”, les “llevan”. En mi colegio cuando nos “llevaban” cantábamos en el autocar: qué buenos son, que buenos son que nos llevan de excursión. Nos referíamos a los profesores. Lo que suele traducirse en una posición pasiva por parte del usuario. Al respecto cito dos textos del profesor Tierno Galván. El primero dice así, “Me entristece profundamente ver los autocares llenos de viejos. Me gusta ver a los más viejos con los más jóvenes; juntos los abuelos con los niños y con los adultos. No hay que segregar a los ancianos”

El segundo de los textos decía, “Hay que superar ese concepto de las clases pasivas que ha introducido la sociedad moderna. Los jubilados deben ser clases activas, deben intervenir en la sociedad porque su experiencia es muy valiosa. Si los partidos políticos escucharan más a los viejos las cosas irían mejor”.

En cuanto a la calidad del turismo social que tiene como protagonista a las personas mayores, se requiere en primer lugar una motivación seria, un interés localizado en algo concreto que se desea conocer, que no esté basado en la publicidad puramente comercial ni en el precio o en la subvención. Es precisa una fase previa de información y otra posterior de reflexión. Una teoría que algunos definen como del “colchón”, expresa que el turista sale de su lugar habitual y salta a otro, el espacio turístico, donde comienza a usar (disfrutar o sufrir) lo convenido a base de unos determinados servicios. En un momento dado el turista se incorpora a lo habitual y en el momento de saber si el viaje, el desplazamiento ha constituido una sublimación (calidad) o por el contrario un fracaso.

El “salto” implica no solo el recorrido y el hotel; la calidad también puede sentirse en la reacción del grupo y de cada individuo, en el grado de empatía con lo que se esta visitando, el conocimiento de sus gentes, gastronomía y folklore, de su arquitectura, costumbres y tradiciones, religiosidad también, etc.

Para finalizar y a manera de conclusión podemos señalar, que el turismo como expresión cultural debe fomentarse a favor de las personas mayores, respetando, en todo caso, su libertad, juicio crítico e iniciativa; que la calidad del turismo de personas mayores no debe medirse por la oportunidad del precio (rebajas) ni por la concesión de subvenciones; ni tampoco, por ejemplo, por el excedente y sobrante de comida en el “sírvase usted mismo”; que de ninguna manera en el turismo de personas mayores se admitirá cualquier tipo de segregación o discriminación, como por ejemplo, discoteca de hotel abierta para mayores exclusivamente de tal a tal hora; que deben seleccionarse muy cuidadosamente los diferentes profesionales que intervengan en un proceso de turismo en particular de personas mayores; y que la experiencia de un grupo turístico de personas mayores activo y dinámico sirva de base para la realización de futuras acciones en este campo de turismo social para las personas de edad.