LA VENTANA DEL MAYOR (136)
Género y viudedad
La viudedad en la vejez se ha considerado uno de los hechos vitales más
importante. Esta más extendida entre las mujeres, ya que a partir de los 80
años, la mayor parte son viudas; en cambio los varones siguen casados y viven
con sus mujeres a esa edad.
La
proporción de mujeres viudas es tres veces mayor que entre los hombres.
Ello lleva consigo que los hombres tengan una mayor probabilidad de ayuda
de su cónyuge, mujer, en caso de ser dependientes o de tener problemas de
salud, mientras que entre las mujeres la disponibilidad de ayuda por parte del
cónyuge, marido, es sustancialmente menor. Vivir con el cónyuge es un factor
decisivo para evitar el recurso a la ayuda formal. El porcentaje de mujeres
mayores cuidadoras es mucho mayor que el de hombres cuidadores.
Existen
consecuencias negativas relacionadas con la viudedad, entre las que se puede
destacar: disminución de apoyo social, soledad, (3 de cada 10 mujeres mayores
viven solas, mientras que en el caso de los hombres mayores, 1 de cada 10 vive
solo. Y ello principalmente por
dos razones: por un lado, a la mayor esperanza de vida de las mujeres y, por
otro lado, a la presencia de multitud de matrimonios en los que el hombre es
mayor que la mujer), ansiedad, alteraciones del estado de ánimo y apatía,
aislamiento social y depresión, realización de otros roles, por
ejemplo tareas domésticas por parte de hombres viudo, incremento
del consumo de alcohol, tabaco y drogas, generalmente en personas que han
consumido estas sustancias antes de enviudar, aumento de la mortalidad (las
personas mayores viudas tienen un riesgo elevado de morir antes que otras
personas mayores que no están viudas, normalmente entre los 6 y 12 meses del
fallecimiento de la pareja), declives en la salud e incremento en el riesgo de
mortalidad en el cónyuge superviviente, especialmente en el caso de los hombres
, consecuencias económicas, especialmente en el caso de las mujeres que
experimentan una disminución significativa de sus pensiones, traslado de
residencia y aumento de la probabilidad de institucionalización
Todo
ello lleva consigo una sintomatología que viene caracterizada por tristeza,
alteración del sueño, llanto, insatisfacción, pérdida de apetito, pérdida de
peso y dificultades para la concentración
Sin
embargo hay personas viudas que tras la viudedad se produce una
liberación de las responsabilidades del cuidado, especialmente en el caso de
las mujeres, un aumento de la participación social o el fomento de la
frecuencia del contacto con la red social existente y el desarrollo de nuevas
relaciones sociales. Estas consecuencias aparecen con mayor frecuencia entre
las mujeres que entre los hombres.
El
efecto de la viudedad es menos negativo para las mujeres ya que son capaces de
establecer lazos cercanos con otras personas, en especial con otras mujeres
mayores. Los hombres mayores confían casi de manera exclusiva en sus cónyuges y
una vez que han enviudado es menos probable, que en el caso de las mujeres, que
compensen la pérdida estableciendo nuevas relaciones
La
tristeza asociada a la viudedad es una respuesta normal y no una forma de
patología, por lo que el objetivo de cualquier terapia no debe ser eliminarla,
sino comprenderla y aliviar el dolor que acompaña a la viudedad.
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