Envejecer con dignidad
Cuidarás tu presentación todos los días. Viste bien, arréglate como si fueras a una fiesta. Que mas feria que la vida
No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación. Nada de jugar al enclaustrado o al preso voluntario, saldrás a la calle
y al campo de paseo, agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece.
Amarás al ejercicio físico como a
ti mismo. Un rato de gimnasia, una caminata razonable,
dentro o fuera de casa. Contra inercia, diligencia.
Evitarás actitudes y gestos de
viejo derrumbado. La cabeza gacha, la espalda encorvada, los pies
arrastrándose, no. Que la gente diga un piropo cuando pases.
No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus
achaques. Acabarás por creerte más viejo y más enfermo de
lo que en realidad estás y te harán el vacío. Nadie quiere estar oyendo
historias de hospitales.
Deja de autollamarte viejo y considerarte
enfermo. Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas. Al
mal tiempo buena cara, sé positivo en los juicios, de buen humor en las
palabras, alegre de rostro, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se
ejerce. La vejez no es una cuestión de años sino de estado de ánimo.
Tratarás de ser útil a ti
mismo y a los demás. No eres un parásito ni una rama
desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate hasta donde sea posible
y ayuda con una sonrisa, con un consejo, un servicio.
Trabajarás con tu mano y con tu
mente. El
trabajo es una terapia infalible, cualquier actitud laboral, intelectual,
artística. Medicina para todos los males, la bendición del trabajo.
Mantendrás vivas y
cordiales las relaciones humanas. Desde luego las que
se anudan dentro del hogar, integrándose a todos los miembros de la familia:
ahí tienen la oportunidad de convivir con todas las edades, niños, jóvenes y adultos,
el perfecto muestrario de la vida: luego ensancharás tu corazón a los amigos,
con tal que los amigos no sean viejos como tú. Huye del bazar de antigüedades.
No pensarás que todo tiempo pasado fue mejor. Deja de estar condenando a tu mundo y maldiciendo
tu momento. Alégrate de que, entre las espinas, florecen las rosas. Positivo
siempre, negativo, jamás. El anciano debiera ser como la luna, un cuerpo opaco,
destinado a dar luz.
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