sábado, 10 de noviembre de 2012

LA VENTANA DEL MAYOR (117)


En España, la participación de las personas mayores en actividades laborales formales y remuneradas es muy reducida. Nos encontramos con un grupo importante de  población con una esperanza de vida superior a  la de generaciones precedentes y en buenas condiciones físicas y mentales, cuya presencia en el mercado laboral ha finalizado al cumplir la edad de la jubilación. Desean continuar realizando una variedad de  quehaceres productivos,  contribuyendo  al desarrollo y bienestar de la familia y la sociedad. Pero cuando miramos al sector laboral, la discriminación por edad constituye una importante barrera para la participación en el mismo de las personas mayores que  sienten que sus habilidades y conocimientos están siendo despilfarrados, traicionando sus propias capacidades. Es una forma de exclusión social hasta el punto de que  se ha llegado a proponer un cambio en la definición de “trabajador mayor” que rompa con la noción de  la edad de jubilación, y  se base en una concepción de   “capacidad de desarrollar un empleo”.

          Culturalmente estamos habituados a percibir a la persona mayor fuera de las fuerza de trabajo, fuera de los sistemas y de los procedimientos formales de la educación, fuera del sistema formal financiero, fuera de las decisiones del grupo familiar, en el espacio de los “perdedores”, de los que carecen de la capacidad de competir. Ha prevalecido una visión que tiende a identificarlos como un grupo poblacional supuestamente homogéneo caracterizado por la inactividad, improductividad y dependencia, condicionando de este modo su rol social. Pero  si miramos adelante se perfilan nuevos  modelos de personas mayores, con más recursos sociales, culturales, educacionales y financieros  que protagonizaran una vejez diferente  frente a los desafíos que implica hoy, el crecimiento, la globalización, la apropiación de nuevas tecnologías, los roles a desempeñarse en una sociedad del conocimiento etc.


En la actualidad la mayoría de las personas mayores se encuentran en una situación de autonomía personal y participan activamente de su entorno, contribuyendo al sostenimiento del Estado de Bienestar desde su apoyo a la familia, con el cuidado de nietos, personas dependientes y ayudas informales a otros hogares, formas de voluntariado y su aportación económica a través del consumo. Pero todas estas acciones,  al estar fuera del mercado de trabajo,  pocas veces se contabilizan. Sin embargo a través de ellas la persona mayor  se produce a si mismo y produce  sociedad, con un sentido de “producción social”.   

Dicho  esto hemos de añadir que las personas mayores tienen derecho a una actividad  remunerada, para conservar su salud, su equilibrio psicológico, su bienestar y felicidad. La eliminación de la obligación de retirarse a una determinada edad legal y la mejora de los niveles educativos y sanitarios al paso de los años, han creado las condiciones para alargar su permanencia en el mercado laboral. Los  cambios estructurales que ha introducido la globalización en el  sistema de producción de bienes y servicios ofrecen un nuevo escenario laboral en donde las nuevas tecnologías juegan un papel importante con nuevas formas y fuentes de empleo que irán transformando las características del trabajo como hasta ahora se lo ha entendido, siendo la flexibilidad la principal característica del nuevo escenario laboral.
 

El problema  que puede significar para una sociedad envejecida el no considerar a las `personas mayotes como un importante recurso humano para el desarrollo del país, puede ocasionar problemas al sistema  de seguridad social, al sistema  de salud y en general consecuencias socioeconómicas desfavorables. Se trata pues de garantizar la interacción positiva de las políticas económicas, sociales y de empleo con el fin de promover una vida activa sostenible.

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