lunes, 2 de julio de 2012

LA VENTANA DEL MAYOR (104)

El bienestar subjetivo en la vejez


    Descubrir la llave de la felicidad ha sido el principal objetivo del ser humano y, desde que el mundo es mundo, éste no ha cesado de buscarla: todo lo que hacemos lo hacemos con la esperanza de aumentar nuestra felicidad o bienestar subjetivo. El bienestar subjetivo en la vejez

Una persona tiene un alto bienestar subjetivo cuando valora globalmente su vida de forma positiva cuando está contenta y rara vez está triste. Puede ser evaluado a través de emociones específicas como gozo, afecto y orgullo. Por el contrario, una persona que tiene bajo bienestar subjetivo es aquella que está insatisfecha con la vida, se divierte poco y, frecuentemente, experimenta emociones negativas como ansiedad o depresión. Puede ser medido por medio de emociones o sentimientos tales como vergüenza, culpa, tristeza, ira o ansiedad

Como decía la canción, salud, dinero y amor son factores que intervienen en el bienestar subjetivo La salud es un aspecto importante del bienestar subjetivo; se halla estrechamente relacionada con la felicidad y está considerada como una de sus principales causas.

Por otro lado se considera como fuente de la felicidad  una buena cuenta bancaria,  los ingresos económicos. Pero hay que advertir que el dinero es importante en la medida que se transforma en un medio para lograr fines del individuo, es  decir para cubrir sus necesidades primarias, pero deja de ser así una vez que éstas son cubiertas.

 También las relaciones sociales son una fuente fundamental de bienestar subjetivo o de felicidad.  Y así tener alguien con quien compartir problemas y alegrías, es uno de los factores que intervienen positivamente en nuestro sentimiento de felicidad. El ser humano necesita de la protección y reconocimiento que le aportan las relaciones con los demás, entre ellas las que aparecen como consecuencia del trabajo, que ocupa una  parte muy importante de la vida,  fuente de ingresos económicos  y de autoestima. Por otra parte, para muchos, el ocio es una fuente fundamental de satisfacción con la vida mediante el desarrollo de habilidades que con su ejecución, proporciona satisfacción social, identidad y relajación.

       La personalidad ejerce un importante efecto en el bienestar subjetivo o felicidad. El optimismo, el sentido del humor, la autoestima y la extraversión son rasgos de personalidad que poseen las personas “felices” en mayor medida;  y para muchos autores, la felicidad es un aspecto perdurable de nuestra personalidad. Los individuos jóvenes felices tienden a ser dichosos y a sentirse realizados en la vejez. El individuo que se convierte en una persona mayor miserable, el estereotipado maniático, probablemente era una persona neurótica e insatisfecha en su juventud.

 Es frecuente anhelar lo que nos puede producir la felicidad. Pensamos que si fuéramos más ricos, más atractivos, más sanos físicamente, nos sentiríamos absolutamente dichosos. Pero en este sentido se presenta una paradoja, ¿por qué el grupo con una mayor deficiencia  en estos atributos, los individuos de edad avanzada, aparentemente no parecen menos dichosos que los adultos más jóvenes? Las personas mayores tienen que manejar situaciones mucho más difíciles que los jóvenes como la muerte de un ser querido, una enfermedad crónica, la jubilación, problemas económicos, etc. La forma que tienen de afrontar los problemas les ayuda a superarlos satisfactoriamente

Según los filósofos hedonistas, la felicidad se logra cuando se alcanzan los objetivos deseados. Los individuos más jóvenes suelen proponerse metas muy elevadas y muy difíciles de alcanzar, produciendo sentimientos de frustración. Sin embargo, conforme el individuo se va haciendo mayor, aprende a plantearse metas más realistas y más fáciles de lograr. Las aspiraciones demasiado altas son una amenaza para la felicidad y son una característica propia de la juventud. En las personas mayores se da una menor discrepancia entre las aspiraciones y los logros

Existen  mecanismos de adaptación que son los responsables de que el individuo envejezca satisfactoriamente. Si la persona sufre algún déficit y ve disminuida su capacidad para realizar una actividad, debe compensarlo. Usar gafas, bastón, escribir en un blog para recordar algo, etc… son formas de compensar los déficits.

El famoso pianista Rubinstein en una entrevista televisiva en la que le preguntaron qué hacía para vencer a la edad y seguir siendo el concertista de piano a los 90 años  respondió:  en primer lugar de todo el repertorio musical  eligo las piezas que más me gustan y con las que me siento más cómodo (selección). En segundo lugar, practico todos los días las mismas horas, pero como ensayo menos piezas, dedico más tiempo a cada una (optimización). Por último, cuando tengo que interpretar movimientos que requieren de más velocidad en mis dedos de la que puedo conseguir, hago más lentos los movimientos previos a los más rápidos para dar sensación de mayor velocidad en éstos (compensación).

La experiencia adquirida a lo largo de la vida facilita que las personas mayores conozcan cómo actuar optimizando, seleccionando y utilizando estrategias que compensen posibles déficits o elevadas demandas ambientales. Esto es una actitud que tradicionalmente ha sido llamada “sabiduría”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario