domingo, 2 de septiembre de 2012

LA VENTANA DEL MAYOR (107)

Sentido y valor de la vejez


       Las expectativas de una longevidad que  puede transcurrir en mejores condiciones de salud respecto al pasado; la perspectiva de poder cultivar intereses que suponen un grado más elevado de instrucción; el hecho de que la vejez no es siempre sinónimo de dependencia y que, por tanto, no menoscaba la calidad de  vida, no parecen ser condiciones suficientes para que se acepte un período de la existencia en el cual se resalta exclusivamente una inevitable y abrumadora fatalidad. Así lo expresaba el Dr. De Dios Aceituno:

           Las esquinas de las calles son tu aposento y con un caminar lento, esperas prontamente el final del tiempo.
        
           Hilos plateados cubren tu cabeza. Hilos que nacieron hace mucho tiempo.
         
          Tu cuerpo cansado luce encorvado; tu cabeza, agachada, y tu mirada, perdida. Porque para hoy no hay nada; solo los recuerdos de una vida pasada, cuando tu imagen adornaba el centro de un hogar, de una familia.
     
          Ahora el llanto es tu imagen, sin música, sin amor, sin calor que te acompañe; solo tu sombra, viviendo de la misericordia de otros.
     
         Misericordia que es como un dinosaurio, no por su tamaño, sino porque ya se ha extinguido; misericordia que tiene olor a fósil disecado.
         
        Cada día son más, pero que cada día vemos menos. Delante de estas figuras olvidadas pasamos sin practicar lo que tanto hablamos y que, con el paso del tiempo, el mismo tiempo los ha olvidado.
    
       Te acercas a ellos y huelen a tristeza, a lágrimas e insomnio. Y al terminar el día, hambriento, sediento y temblando de frío, un cuerpo débil sobre una banqueta húmeda se ha recostado y atrapado en el frío, el llanto, la tristeza, la soledad y la angustia; sus ojos para siempre ha cerrado.
  
       Ninguna lágrima se ha derramado y, en su sepulcro, ninguna flor se ha colocado, porque al final del ocaso, de él nadie se ha recordado.

        Vejez como fase en declive, en la que se da por descontada la insuficiencia humana y social.  La vejez es un trauma. Personas que, al pasar de los años, asumen actitudes que van desde la resignación pasiva hasta la rebelión y el rechazo desesperados. Personas que, al encerrarse en sí mismas y colocarse al margen de la vida, dan principio al proceso de la propia degradación física y mental. Una imagen que no corresponde  a la  realidad que es  mucho más diversificada. Las personas mayores  no son  un grupo humano homogéneo. Viven sus vidas de formas diferentes.   Cada persona prepara la propia manera de vivir la vejez durante toda la vida.

        Existe una categoría de personas, capaces de captar el significado de la vejez, que la viven no sólo con serenidad y dignidad, sino como un período de la vida que presenta nuevas oportunidades de desarrollo y empeño. En este sentido, la vejez crece con nosotros. Y la calidad de nuestra vejez dependerá sobre todo de nuestra capacidad de apreciar su sentido y su valor. Por otra parte, existe la responsabilidad con las generaciones futuras, que consiste en preparar un contexto humano, social y espiritual en el que toda persona pueda vivir con dignidad y plenitud esa etapa de la vida. Es indispensable el aceptar que todos algún día llegaremos a  ser viejos- Tenemos que aprender a convivir con ello y con personas que ya son personas mayores. 

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