domingo, 18 de abril de 2010

LA VENTANA DEL MAYOR . (3)


SEXUALIDAD EN LA VEJEZ


Respecto al envejecimiento existen una serie de falsas creencias o estereotipos presentes en la sociedad que influyen negativamente en la imagen social de las personas mayores, entre ellos, la sexualidad, que unido a la falta de conocimientos respecto a este tema, transmiten la idea de que la sexualidad no existe en esta etapa de la vida, o que en la vejez se produce una pérdida de interés sexual, o que se asocia a insatisfacción o disfunción sexual.

Ello conduce a actitudes pesimistas con respecto a la sexualidad en la vejez; a que se avergüencen por mantener el interés sexual; y a abstenerse de practicar su sexualidad Desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, somos seres sexuales. La sexualidad no es algo estanco, ni que parece y desaparece con la edad, simplemente, la realidad nos dice que se modifica con ella, que varía y evoluciona Naturalmente la sexualidad es distinta para cada persona, pero hemos de saber que la expresión de la sexualidad siempre está determinada por diversos factores tanto personales, como sociales, de salud y situacionales

La evolución y el cambio son cuestiones comunes y entendidas por todos en cualquier aspecto de nuestra vida. ¿Por qué no creernos que esto sucede en nuestra sexualidad y en su expresión?
Siempre ha habido etapas vitales ignoradas y vilipendiadas en referencia a la sexualidad. La vejez es una de ellas. Al ser considerada una etapa no fecunda era apartada del concepto sexual ya que se consideraba que la sexualidad y el placer estaban irremediablemente al servicio de la reproducción. A los mayores se les ha pretendido convencer de que ellos, por el hecho de ser viejos no tenían y, lo que es aún peor, ni debían tener ningún tipo de necesidad sexual y mucho menos de practicarla. Según Carmen Loreto Psicóloga y pedagoga, actualmente no existen fuentes estadísticas sobre la sexualidad en la vejez. Es más, las fuentes estadísticas sobre el envejecimiento, tratan múltiples temas como el ejercicio físico, hábitos alimentarios, salud, nivel de dependencia, pensiones, etc. pero rara vez la sexualidad. Y las fuentes estadísticas sobre el sexo, no suelen incluir a las personas ancianas.

¿Son incompatibles la vejez y el sexo? A la vista de los estudios realizados por equipos especializados en esta materia, parece que no. Entonces, ¿por qué esta carencia? Existen varias razones, desde las sociológicas hasta las más puramente económicas. Tradicionalmente se ha visto a los varones de avanzada edad con apetencias sexuales como “viejos verdes” y a las mujeres como “viejas locas”. El hecho de que el sexo se asocie a la belleza, y la belleza a la juventud, también interactúa con lo anterior, para que socialmente no se consideren términos compatibles. Las necesidades del ser humano no cambian, sin embargo debido a que en nuestra cultura, la sexualidad se asocia con una estética joven y vigorosa, su existencia en los ancianos se ha convertido en un tabú El aumento de la población envejecida, su mejora en la salud, y su protección socioeconómica a través del sistema de pensiones, ha permitido que los temas sobre sexualidad hayan ocupado un hueco entre los intereses de los mayores, que antes no tenían. El sexo en la tercera edad tiene muchas ventajas y aunque no lo creamos, puede significar una mayor participación social de este grupo en nuestra sociedad. La sexualidad puede influir sobre la salud, la calidad de vida y el bienestar en general aunque, cuando se trata de la sexualidad en personas mayores, se tiende a no hablar mucho de estos temas. Se piensa que toda persona mayor de 60 años está inutilizada para sentir placer, deseo e interés sexual. De hecho, la sola idea de una relación sexual entre adultos mayores se piensa como antiestética, incluso como algo que simplemente no debe ser.

Sin lugar a dudas, una sexualidad activa sólo tiene consecuencias positivas, pues así el adulto mayor se sentirá apreciado, comprendido por su pareja, todavía querido, se sentirá libre y capaz de expresar afecto así como de recibirlo, conlleva un fortalecimiento del vínculo de la pareja, de la autoestima de cada uno, y en general, produce un sentimiento de vitalidad.

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