LA EDAD NO ES UNA ENFERMEDAD ( II de III )
La discriminación por edad es un fenómeno muy extendido en la sociedad Se manifiesta de forma muy extendida en numerosas esferas de la atención sanitaria: actitudes individuales, protocolos de actuación, limitaciones de acceso a tecnología avanzada, exclusión de ensayos clínicos, etc. La puerta de entrada al sistema sanitario para la persona mayor es la misma que para el resto de personas, sin que apenas se contemple ningún tipo de singularidad en función de la edad. En cambio, con frecuencia existen frenos en forma de topes de edad para el acceso a determinados servicios o protocolos de utilidad demostrada, por ejemplo pruebas de cribado de determinadas enfermedades o acceso a tecnologías complejas o caras.
Los servicios o unidades de geriatría son muy escasos en nuestro país (en algunas comunidades autónomas ni siquiera están contemplados por su cartera de servicios), como también es escasa la figura del consultor en atención primaria o la presencia de especialistas en el mundo de las residencias de personas mayores. Algunos otros campos de muy diferente naturaleza en relación con la salud están poco atendidos o descuidados en mayor o menor grado. Entre ellos la educación sanitaria para este sector y para sus cuidadores y familiares, la implantación de medidas de carácter preventivo, la investigación sobre cuestiones relacionadas con el envejecimiento y sus enfermedades, o la propia enseñanza de la doctrina geriátrica dirigida a los estudiantes de las diferentes profesiones sanitarias.
En síntesis, y por lo que se refiere a la protección de la salud y a la asistencia sanitaria, cabe destacar que para la persona mayor la salud es lo primero por delante de cualquier otra consideración económica, afectiva o de otro tipo. Y así le preocupa:
La manera de acceder al sistema: poder hacerlo sin ninguna barrera que establezca discriminación en función de la edad.
La dificultad para acceder a protocolos diagnósticos o terapéuticos abiertos a otras edades: pruebas de cribado para determinados cánceres, o enfermedades de alta prevalencia (diabetes, hipertensión, revisiones de boca, vista u oído, etc.)
La ausencia (o presencia poco menos que simbólica) de una oferta profesionalizada en materia de salud: servicios hospitalarios de geriatría, consultores en atención primaria, escasas residencias de servicios sociales con profesionales sanitarios, etc.
La dificultad para acceder a determinados medicamentos o a tecnología punta por medidas discriminatorias establecidas en base a la edad (visados farmacéuticos, copago, listas de espera quirúrgicas o para determinadas exploraciones, La pobreza en recursos asistenciales alternativos específicos (hospitales de día, programas de atención a domicilio, campañas dirigidas a ellos en el campo de la educación sanitaria o determinadas medidas preventivas como las vacunaciones).
Los malos tratos, abusos y negligencias de las que es víctima frecuente por parte su círculo más próximo.
Los obstáculos físicos que representan riesgo para la salud en forma de caídas, de contaminación o de cualquier otro tipo dentro de su entorno más inmediato.
La escasa atención, en cuanto a dedicación de tiempo y explicaciones por parte del profesional, especialmente del médico, pero también de otros profesionales de los ámbitos de la enfermería, farmacia, trabajo social y análogos.
(Continuará)
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