“ La vida, además de su vertiente biológica es una empresa personal, una articulación entre el pasado, memoria; el presente, decisión; y el futuro, proyecto. Hemos de considerar el envejecimiento como un fenómeno cultural, no uniforme sino heterogéneo, y en el que el azar, la vida o los problemas sociales, han esculpido a su antojo, rostros diferentes de vejez.. Es una etapa más del crecimiento humano en la que se necesita vivir; saber para que vivir, siendo, además, el inicio de un nuevo proyecto que se ha de construir con lo que se tiene.
La ignorancia sobre la vejez es generalizada, y muy pocas personas en edad adulta se preocupan por conocer y prepararse para esta etapa. Y no digamos desde la atalaya de la juventud.¡La vejez está tan lejos¡. Si se ensalza la juventud como un estado ideal, forzosamente el envejecimiento se vive como una limitación, como una perdida a la que caminamos de forma irreversible. De ahí la paradoja de que la vida de las personas en lugar de ser una acumulación de experiencias, de aprendizaje continuo, de una búsqueda constante y de interés por descubrir, parece que a partir de cierto momento que ya no se es joven, no se tiene futuro. La sociedad que ha reducido el conjunto global de valores a los de utilidad, placer, eficacia, fuerza inmediata, capacidad para dominar e imponer un orden, ha olvidado los valores destacables en la vejez, como el sincero detalle del cariño, el silencio contemplativo, el diálogo sin prisas, la verdad, el bien, la belleza, el dolor enamorado…
Llegar a viejo es ya el horizonte normal de la vida de los ciudadanos, cuyo perfil viene caracterizado por la creatividad, por la necesidad de actualizarse, valorando lo mejor de cada momento, de amar la vida, disfrutando de sus nuevas posibilidades a nuestro alcance, como algo inherente a la condición del ser humano en toda su existencia; de participar de forma activa y comprometida en multitud de organizaciones y proyectos solidarios, con la esperanza de conseguir un mundo mejor; superar los estereotipos consumistas, reconociendo que la belleza y prestigio social, están conectados con el desarrollo integral y coherente de la personalidad, a lo largo de la vida; y que la vejez tiene unos valores – gerontocracia -, como la experiencia, la prudencia, la constancia, la sabiduría, la reflexión, la tradición…
De ahí la necesidad de una información objetiva para comprender que es el envejecimiento, como se envejece, los cambios que se producen, como son las personas mayores hoy día y como serán en el futuro. Ello nos ayudará a conocernos a nosotros mismos como personas mayores, y a desterrar los mitos, prejuicios e ideas erróneas acerca de la vejez, en un mundo tan cambiante. Llegar a viejo es ya el horizonte normal en la vida de los ciudadanos. El conocimiento sobre la vejez es, pues, una asignatura pendiente.
En el momento en que se entienda el envejecimiento, no como una limitación sino como un periodo más de la vida en el que se puede vivir con la misma intensidad que en cualquier otra edad, habremos conseguido algo decisivo. El vivir demasiado en un mundo no diseñado para crecer envejeciendo, puede llevar a tragedia. La prolongación de la esperanza de vida ha supuesto un problema inédito de gestión biográfica, ya que la vida estaba pensada hasta la época de la jubilación. Curiosamente, cuando en 1889 la legislación social de Bismark, estableció la jubilación como un derecho, pocas personas llegaban a ella, y menos, todavía, de tener la oportunidad de disfrutarla.
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