jueves, 24 de junio de 2010

LA VENTANA DEL MAYOR . (20)

ABUELOS Y NIETOS (II): LA RELACIÓN ENTRE ABUELOS Y NIETOS


Vamos a recrearnos ahora en el análisis de los aspectos mas destacados de las dos partes de la relación abuelo – nieto.

Empecemos por vosotros, los nietos. Estar atentos y escuchad mis preguntas: ¿Tenéis interés por los abuelos?. ¿Qué os gusta mas, y que esperáis de ellos?. ¿Sentís curiosidad, estimación, desdén, indiferencia por los abuelos?.

Las relaciones afectivas, de cariño con vuestros abuelos pueden reflejar diferencias. Lo que cuenta es vuestra actitud personal como nieto, vuestra capacidad o curiosidad, recepción y afecto.

Como niños que sois, manifestáis alegría, confianza, vivís el presente y queréis crecer. Sois observadores, curiosos, con una enorme capacidad de asombro. Y espontáneos, sencillos, auténticos. Vuestro ingenuo misticismo y desenfadada fantasía os conduce y orienta creativamente hacia lo nuevo, hacia lo mágico. Os sentís maravillosos, únicos. Os gusta jugar, divertiros, poniendo todo vuestro empeño en lo que hacéis. Sois expresivos, intuitivos, poetas natos, y conectáis misteriosamente con todo ser vivo..


¿Y que decir de los abuelos?.

Desde las limitaciones de nuestra nueva edad, nos resulta fácil regresar a la infancia. Los extremos se tocan como los polos convergentes de un imán. No olvidemos que a lo largo del tiempo, vamos perdiendo las capas mas duras, mas secas de la alcachofa del corazón y, al final, nos quedamos en lo tierno, lo jugoso: el descubrimiento de que la verdadera vida no ha dejado de palpitar en la entraña de nuestra aventura existencial, gracias a nuestros nietos.

A ver si a los abuelos, de alma joven, de tanto amar a los nietos, se nos pega algo de sus asombrosos ojos, de su corazón al trote infatigable y traviesas manos.... Su tierna edad y mis cansados años se igualan, se complacen juntos en este goce que niega sus distancias, que nos funde en el grito alegre, en la sonrisa de la inocencia compartida. Yo no creo en la edad. Todos los abuelos llevan en sus ojos, un niño.

El encuentro de los nietos con los abuelos, es siempre, muy enriquecedor, para ambas partes. ¿A que os encanta estar con el abuelo?. ¿Verdad que si?. Y eso es así, porque no recibís órdenes ni obligaciones. Hacéis cosas distintas con ellos y realizáis muchas actividades que hacen que os sintáis mas libres. Veis a vuestro abuelo como un amigo, una especie de guía, como divertidos, cariñosos, mimosos y os gusta estar con ellos. Por su parte, el abuelo siente mucho placer estar con su nieto. Es también una forma de renovarse personalmente; participar mas en la familia, sentirse mas jóvenes y actualizados. El abuelo aprende mucho de vosotros, queridos nietos.

¡Pero ojo¡, los abuelos no están para educar al nieto. Ya han educado mal o bien a sus hijos. La educación de los nietos es competencia y responsabilidad de los padres. Los abuelos ayudan o estorban en esta educación. Creemos sinceramente que el verdadero papel de los abuelos con los nietos, debe consistir en sostener siempre y en toda ocasión la autoridad de los padres, que son los responsables natos de la educación. Los mejores abuelos no son los que consuelan a sus nietos con dulces después de que su papa o mama los han amonestado, sino los que son capaces de decirle al nieto: dile a papa o a mama que le agradeces mucho el castigo que te han impuesto, pues con eso corrige tus defectos y te ayudan a ser mejor.

No debemos olvidar que los abuelos no sienten el peso directo de la educación, por lo que se hacen irresponsables, aumentado la debilidad de la corrección, fomentado el menosprecio del principio de autoridad que representan los padres. Cuidado con esta postura, abuelos.


El pasar de los años convierte a los abuelos, en unos deficientes educadores sin energía, incapaces de hacer sufrir al nieto con una negativa, aun cuando haya una razón. La legendaria debilidad de los abuelos por los nietos es historia de todos los días. Nos posesionamos en nuestro papel de abuelos, o lo que es los mismo, de consentidores; y nuestro corazón de azúcar se derrite de tal manera que, con la esperanza y el deseo de reciprocidad, acariciamos, adulamos y regalamos a los nietos, para obtener la correspondencia del afecto; de llenar ese hambre de amor cuando nos miramos en ellos y vemos que la paternidad se ha multiplicado; y el corazón, cansado, siente como nuevos brotes de una inesperada primavera.

Pero no por ello, y a pesar de ello, los abuelos somos buena gente hasta el extremo de festejar las necedades de los niños, tolerar sus berrinches, premiar sus malcriadeces y defenderlos de los justos castigos de los padres. (Continuará)